After hours or days

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I know it's all my faultMade you put down your guardI know I made you fall

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I know it's all my fault
Made you put down your guard
I know I made you fall

▪︎ The Weekend

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Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene.

Su mano en mi cintura, sus labios contra los mios; su rostro de preocupacion hacia mi. Es lo unico que deseo recordar de aquel dia, si, el dia que destrozamos a Silver. Nada mas, todas mis preocupaciones pasaron a estar en segundo plano al estar entre sus brazos nuevamente, pero eso no fue eterno.

Y si, tal vez decidi perdonarlo por todo, para que el no se preocupara por mi; oh simplemente no habia motivo para estar enojada. Si deberia haber dejado Cobra Kai junto a el, y ahora no llevaria una horrible venda blanca alrededor de mi mano.

El tiempo se detuvo nuevamente, cuando sus ojos se fijaron en los mios; igual que aquella vez despues de la graduacion. Esa noche, dormi abrazada a la almohada, no insisti en que el se quedara; seria todo muy rapido como antes. Y realmente debia pensar las cosas. Kresse estaba fugitivo nuevamente.

Pero las horas pasaron, con ello los dias; y semanas. Aquel dia parecio quedarse en un horrible pasado dejando un sabor agridulce en la boca, exceptuando el hecho que todos los dias temo encontrarme con Kresse en la puerta de mi casa.

Hoy, dos semanas despues, me encuentro en la cama.

Cada mañana, al abrir los ojos, me invade la misma sensación. Es una mezcla de molestia y resignación, un recordatorio constante de lo que sucedió. Me quedo unos segundos más en la cama, observando el techo, intentando reunir la energía necesaria para empezar el día. Pero no puedo retrasarlo más. Con un suspiro, me levanto y camino hacia el baño. El espejo del baño me devuelve una imagen que todavía me cuesta reconocer del todo. Ojeras marcadas por noches de insomnio, el cabello revuelto y una expresión que oscila entre el cansancio y la determinación. Bajo la mirada hacia mi muñeca izquierda, envuelta en una venda que ya empieza a mostrar signos de desgaste.

Abro el botiquín y saco los suministros necesarios: gasas, una venda limpia y el pequeño tubo de crema antibacteriana. Este ritual se ha convertido en una parte tan esencial de mi mañana como cepillarme los dientes o lavarme la cara. Con cuidado, empiezo a deshacer la venda vieja. Siento una leve punzada de dolor cuando la tela se despega de mi piel, pero ya estoy acostumbrada. Mi muñeca aparece finalmente, con la cicatriz que recorre su superficie, un testimonio silencioso de lo que sucedió aquel día. Es una marca que siempre está ahí, recordándome lo frágil que puede ser la vida y cómo, en un instante, todo puede cambiar.

Limpio la herida con delicadeza, utilizando una gasa humedecida con un poco de alcohol. La quemazón que sigue es breve pero intensa.  El hielo comenzaba a derretirse, y la sensación en mi mano regresaba lentamente. Saqué la mano del recipiente, la sequé con una toalla y la observé por un momento. Me recordé a mí misma que, aunque las cicatrices estuvieran ahí, eso no significaba que no pudiera seguir adelante. Tomo un poco de la crema antibacteriana y la aplico con cuidado, asegurándome de cubrir cada rincón de la cicatriz. Finalmente, enrollo una venda nueva alrededor de mi muñeca, asegurándome de que quede bien ajustada pero no demasiado apretada.

Fotos de una sola toma | KeenryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora