Capítulo 5. El inicio de una nueva vida.

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- Hay un joven afuera llamado Yuuji Itadori que dice que necesita verlo urgentemente.

Gojo se quedó sin palabras; no esperaba que Yuuji llegara tan pronto a él y, menos aún, en esa situación. Fijó su mirada en Suguru, quien, al observar al albino, supo que algo pasaba.

—Señores —dijo Gojo a los hombres que estaban con él— me disculpan un momento.

El albino se movilizó sigilosamente en compañía del mayordomo entre la multitud que se encontraba en la sala. Abrió la puerta principal y se dirigió a la reja principal, pero antes de llegar encontró a sus hombres de seguridad forcejeando con Yuuji en el césped.

—¡Suéltalo! —ordenó Gojo. Los guardias de seguridad soltaron al pelirosa y se levantaron, bajando su rostro al piso en señal de respeto.

—Lo siento, señor Gojo. El chico trató de colarse a la mansión a la fuerza —explicó uno de los hombres.

—¡Eso no les da el derecho de tratar así a mis invitados! ¡Regresen a sus lugares! —ordenó.

—¡Sí! —respondieron en coro y se marcharon.

—Encuentro a ti, Yuuji —dijo Gojo, fijando su mirada en el pelirosa que seguía con la cabeza baja en el césped— No sabes que está prohibido ingresar a la fuerza en una propiedad privada.

No hubo respuesta.

—¡Responde! —exclamó el albino— Yuuji, mírame a los ojos y respóndeme.

Sin embargo, el joven pelirosa hizo todo lo contrario; bajó más la cabeza y no respondió ninguna pregunta.

—Yuuji... —al no tener respuesta del pelirosa, Gojo se arrodilló frente a él y tomó su barbilla, levantando el rostro del contrario. Grande fue su sorpresa al ver que el joven tenía sangre en la nariz y el labio, además de unos moretones en el rostro.

—Dios mío, Yuuji ¿qué te pasó? —preguntó el albino.

—Yo... ayúdame —pidió con dificultad el pelirosa.

Gojo apoyó a Yuuji en su cuerpo y lo llevó adentro de la mansión por la parte trasera hacia la cocina. Al ingresar, ordenó a una de sus empleadas llevar vendas, agua, cremas y ungüentos a una de las habitaciones. Llevó a Yuuji a una de las habitaciones de huéspedes y lo sentó en la orilla de la cama. Cuando la empleada llegó, Satoru tomó una de las vendas y la humedeció en agua; pasó delicadamente la tela sobre los moretones y heridas de Yuuji.

Geto ingresó a la habitación unos minutos después, encontrando a Gojo limpiando las heridas del pelirosa. Geto se acercó al albino.

—Satoru ¿qué pasó? ¿Por qué está así? —preguntó angustiado.

—No lo sé —Satoru dejó a un lado las vendas húmedas y tomó con delicadeza el rostro del contrario— Yuuji, quiero que me digas ¿quién te hizo esto? Debes decirme la verdad si quieres que te ayude.

Yuuji bajó la mirada; sentía vergüenza de estar en esa situación pero debía admitir que todo estaba saliendo mal. Fijó su mirada en los hermosos ojos frente a él y habló.

—Eun-ji Nakamura —mencionó.

—¡¿Qué?! —exclamó Geto— ¿La hija del comerciante Haruto Nakamura?

—Sí —dijo Yuuji— Es ella quien lo hizo junto con sus amigos.

—No puede ser... —susurró Gojo mientras bajaba la mirada.

—¿Qué pasa? —preguntó Yuuji.

—El hombre es muy importante en el comercio y tiene negocios con nosotros —explicó Geto.

Manager del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora