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Disclaimer: no soy de Argentina, por lo tanto, no tengo ni la menor idea de como funciona el sistema de transporte público "bondis", tampoco soy de Santa Fe, así que muchísimo menos voy a saber como funciona allá o si siquiera funciona. Me guiaré por como se ejecuta el sistema de transporte público en mi país. ¡Gracias!

Narrador omnisciente

Ambos adolescentes se encontraban en la parada de colectivos, con la respiración agitada y agarrados de un brazo.

—Tomamos tres bondis para llegar acá ¿Te acordás cuáles son?—la castaña habló con desesperación y con una rapidez desmedida.

Mía, al no escuchar respuesta de su contrario, insistió, impacientemente, llamando a su nombre y repitiendo la pregunta.

—Dah, cortala flaca, estoy pensando!—Iván dijo ya harto de las insistencias de Mía.

—Pensá más rápido Iván!—la fémina seguía insistiendo, impaciente.

—No me acuerdo un choto nena, estamos perdidos.

Ah, ¿por qué tienen que esperar un bondi en vez de usar el teléfono y pedir un auto? A mía se le quedó el teléfono en casa y a Iván se le apagó el teléfono exactamente cinco minutos después de llegar a la parada.

—¿Y qué hacemo' ahora?—Mía dijo aún con fe, pensando en buscar alguna otra solución.

—Y, caminar.—declaro el azabache, ya resignado.

Mía no tardó mucho en unirse a la resignación de su amigo, pues, no tenían muchas opciones, aparte, para llegar a la heladería, antes tuvieron que caminar durante media hora.

—Las piernas no me dan más, te lo juro que me muero acá mismo.—la fémina exclamó, posando sus manos en sus rodillas, intentando recuperar el aire.

Mientras que a Mía le ardían las piernas del dolor de haber estado caminando durante más de media hora, Iván intentaba acordarse que bondis tenían que tomar para llegar a casa.

Las pestañas del pelinegro abanicaron de arriba a abajo múltiples veces cuando se le iluminó la mente. Un recuerdo borroso se proyectó en la mente de Iván por un momento.

—Mía, la ciento ocho, esa es la bondi milagrosa.—Iván dijo con entusiasmo, Mía solo podía pensar que era un milagro.

Llegaron a la parada, a esperar que el colectivo que necesitaban, pasara.

La bondi paso, con nadie adentro, así que ambos subieron, contentos por cada vez estar más cerca de llegar a casa, porque por más que quisieran que los llevara directo a su hogar, tendrían que tomar al menos dos colectivos más para al fin poder pisar sus cuartos.

Ambos ya dentro, se sentaron, uno al lado del otro en un silencio, no precisamente incómodo, sin embargo, ninguno tenía energía suficiente como para mantener una conversación en este momento.

O eso era lo que pensaba Mía, hasta que Iván habló.

—¿Sabés de qué tengo antojo?—dijo el azabache, con un tono somnoliento y bajo, recargaba su cabeza en el respaldar del asiento y cerraba los ojos en calma, mientras que Mía intentaba no apoyar su cabeza en el hombro de Iván en un movimiento involuntario.

—No, Iván cerrá el orto, estoy cagada de hambre, no quiero pensar en comida.

—Unas milangas, con puré, todas calentitas, con un vasito de coca.

—Estoy famélica, cállate, en serio.

Iván ahora hablaba incluso más lento que antes, estaba en una especie de trance.

Just friends?;spreen (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora