Aquel día de colegio, empezó de lo más normal. Salimos Lucas y yo de nuestra calle hacia el colegio. Vivíamos en la otra punta del pueblo, así que solíamos tardar más de diez minutos en ir hasta el colegio. Como siempre, en la última calle, nos separamos para que nadie nos viera. Eso a veces me hacia sentir mal, pero ese día no me importaba, tenía un examen de biología y no muy fácil que digamos. Estaba muy concentrada en eso del cuerpo humano y sus aparatos, así que decidí no darle mas vueltas ese día.Llegue cinco minutos más tarde que el, y para mi sorpresa sus amigos y el estaban en la puerta. Me pregunte que hacían ahí a esa hora, era muy raro. Ellos solían tener una esquina donde iban antes de que sonara la primera sirena del instituto donde fumaban y hablaban de chicas. No me parecía muy bien que Lucas fumara, pero ahora ya lo había dejado. Faltaba un cuarto de hora hasta que tocara la sirena y yo con mi resumen en mano, intenté entrar al patio del instituto, pero no me dejaron.
-¿A dónde vas Laura?- me preguntó Raúl.
Me pensé un buen rato que contestarle, porque la obviedad era clara, pero le quería decir algo que no se esperara, que hiciera que me dejara en paz y así poder pasar, pero no me dejo decir nada, otra voz irrumpió justo en mi oreja:
-¿Qué, Laura, otra vez sola? ¿Pero cuando te vas a echar una amiga, marginada?- Nicolás, parecía intentar hacerme daño, pero no lo iba a hacer, después de todos los comentarios que había recibido sobre esto, ya estaba acostumbrada y ya no me afectaban.
-Chicos, ya vale, no merece la pena.- Esa voz, la oí más lejos, y me era familiar. Cuando me gire, descubrí que esa voz era la de Lucas. Sabia que iba estar ahí porque eran sus amigos, pero no sabia que iba a reaccionar de ese modo, quiero decir, intentando defenderme aunque fuera de la manera mas mínima.
-No, Lucas, no, ya vale no, venga, que tus amigos se metan conmigo, que me hagan lo que quieran, me da igual.-Mi voz sonó más confiada que nunca antes, lo cual le sorprendió a el, a sus amigos e incluso a mí.
Oí unos susurros alrededor mía. Estaba cara a cara, yo, frente a todos y de repente se fueron. Por lo menos había conseguido zafarme de los Bad Boys.
Todo el instituto les llamaba así, porque casi todos habían estado apunto de ser expulsados definitivamente del instituto. Bad Boys: Chicos Malos.
Miré el reloj, ya eran y veinticinco, la sirena sonaría en cualquier momento y decidí esperar en mi esquina del patio a que tocara. Justo había llegado ahí, no me dio tiempo ni a leer la primera página del resumen tan perfecto que hice, y ya sonó. Yo era la que entraba de las primeras, porque a todos les gustaba esperar a que casi sonara la segunda, por pasar menos tiempo en clase y más con los amigos y esos royos. Fui la primera en entrar a clase, lo cual no me sorprendía, y seguí mi rutina habitual: dejar la mochila colgada en la mesa, ir al perchero a quitarme el abrigo y más tarde sentarme y sacar las cosas de la materia que tocaba. Llego la profesora como de costumbre, nos tocaba Matemáticas, una de mis asignaturas favoritas. Entraron mis compañeros.