Por años deseó ponerle fin a su matrimonio con Rhea Royce, llegando al punto de tener que suplicarle a Viserys, su rey y hermano, que lo ayudara a conseguirlo, pero siempre se negaba. Con el tiempo tuvo que resignarse, Rhea le había dado una hija y...
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Podía sentir los pasos apresurados de Mya detrás de ella mientras recorría el camino hasta el comedor. No había tenido intenciones de cenar junto a un montón de extraños, pero Mya volvió momentos después diciéndole que era una orden de su madre, no una petición, una puta orden.
Ni siquiera había dejado que Mya la arreglara lo suficiente como para estar presentable, o eso le dijo la pobre doncella. Pero a ella no le importaba eso ¿Por qué iba a arreglarse para cenar junto a su padre y sus bastardas? Era ridículo.
Cuando ingresó al lugar todas las miradas estuvieron puestas en ella, su madre yacía sentada en la cabecera de la mesa, a su izquierda estaba su padre y los asientos seguidos a los de él estaban siendo ocupados por quienes Dellaena supuso eran sus medias hermanas.
— Dellaena, me alegra que te nos unieras.— Su madre le habló con una sonrisa.
— Si es una orden de mi lady ¿Qué más puedo hacer? — Le respondió con frialdad mientras tomaba el asiento a su derecha.
La formalidad y el tono en el que Dellaena le respondió pareció incomodar a Rhea. Baela tomó un sorbo de su copa y Rhaena evitó hacer contacto visual con ella, por su parte Daemon mantenía su vista puesta en su primogénita.
La cena fue servida en un silencio aún incómodo, la única que parecía no sentirse de ese modo era la propia Dellaena que sólo se limitaba a comer lo que se encontraba en su plato.
— Dellaena.— La voz de su padre sonó por primera vez.— Me gustaría que hablemos después de cenar.
— No puedo, tengo un asunto que atender.— Respondió la rubia con su vista puesta en su plato.
— ¿Qué asunto podría ser más importante que hablar con tu padre? — Preguntó el príncipe.
— Dormir.— Le respondió mientras llevaba un pedazo de carne a su boca.
Rhea suspiró con resignación al escuchar la respuesta de su hija. Baela escondió la pequeña sonrisa burlona que se asomaba por sus labios volviendo a beber de su copa y Rhaena miraba a su padre con terror, esperando alguna reacción molesta de su parte.
— ¿No podrías esperar un poco y así hablar conmigo? — Daemon realmente estaba haciendo un esfuerzo por no gritarle y exigirle respeto.— Me gustaría presentarte formalmente a tus hermanas.
Aquellas palabras hicieron que tanto Baela como Rhaena se enderezaran contra el respaldo de la silla. La mirada amatista de Dellaena se posó sobre ambas, sólo entonces Baela notó lo mucho que se parecía a su padre, tenían los ojos del mismo color y aunque su cabello era más bien dorado, diferente al clásico platino de los Targaryen seguía siendo bonita.
— No hoy.— Daemon intentó decir algo pero ella lo interrumpió.— Eres muy bruto ¿Te lo han dicho antes? Ellas deben descansar, me imagino que viajar en carruaje no debe ser una experiencia agradable.