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𝖢𝖺𝗉𝗂́𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗍𝗋𝖾𝗌

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𝖢𝖺𝗉𝗂́𝗍𝗎𝗅𝗈 𝗍𝗋𝖾𝗌.
▬ 𝖯𝖾𝗋𝖽𝗂𝖽𝗈 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗈𝗌𝖼𝗎𝗋𝗂𝖽𝖺𝖽,
𝗆𝗂 𝗎́𝗇𝗂𝖼𝗈 𝖼𝗈𝗇𝗌𝗎𝖾𝗅𝗈 𝖾𝗌 𝖾𝗅 𝖾𝖼𝗈
𝖽𝖾𝗅 𝖺𝗆𝗈𝗋 𝗊𝗎𝖾 𝗇𝗎𝗇𝖼𝖺 𝗍𝗎𝗏𝖾.

▬ 𝖯𝖾𝗋𝖽𝗂𝖽𝗈 𝖾𝗇 𝗅𝖺 𝗈𝗌𝖼𝗎𝗋𝗂𝖽𝖺𝖽, 𝗆𝗂 𝗎́𝗇𝗂𝖼𝗈 𝖼𝗈𝗇𝗌𝗎𝖾𝗅𝗈 𝖾𝗌 𝖾𝗅 𝖾𝖼𝗈 𝖽𝖾𝗅 𝖺𝗆𝗈𝗋 𝗊𝗎𝖾 𝗇𝗎𝗇𝖼𝖺 𝗍𝗎𝗏𝖾

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LOS ÁNIMOS ALCANZABAN su punto máximo mientras Adrienna gritaba apoyando a su equipo de Quidditch. Nunca antes creyó verse en una situación así; vestida de verde completamente, con un maquillaje verde y plateado resaltando sus ojos, un sombrero de serpiente perfectamente ajustado en su cabeza y una banderita ondeando con orgullo la bandera de Slytherin. Cada vez que su equipo anotaba, el rugido de los demás seguidores de Slytherin resonaba en el aire pescando completamente los de Hufflepuff, aunque bien, las demás casas apoyaban a los tejones, nadie se comparaba la emoción de las serpientes.

— ¡DALE, REGULUS! ¡TIENES LA PUTA SNITCH A TU IZQUIERDA! —gritó Adrienna.

Narcissa quedó sorprendida al escuchar a su amiga decir una vulgaridad. Observando con una mezcla de diversión y asombro la intensidad con la que Adrienna apoyaba a su equipo, ella respondió con una sonrisa y un gesto de complicidad.

— ¡Vamos, Regulus, atrápala! ¡Tienes que ser más rápido que el rayo! —exclamó Narcissa, uniéndose al fervor de Adrienna.

El juego estaba llegando a su clímax. Regulus, el buscador de Slytherin, se lanzaba velozmente entre los jugadores de Hufflepuff, cada uno intentando desviar su atención y capturar la snitch dorada antes que él. Adrienna, con los ojos fijos en la pequeña esfera dorada que revoloteaba en el aire, agitaba su banderita con más fuerza que nunca.

Al otro lado del campo, unos ojos avellana observaban con diversión la euforia que desprendía Adrienna. James Potter, desde su posición como espectador, había notado cómo Adrienna, normalmente serena y elegante en el día a día, se transformaba en una entusiasta desenfrenada cuando se trataba del Quidditch y de su casa, Slytherin.

James se apoyó contra la barandilla de las gradas, observando cómo Adrienna agitaba su banderita con intensidad mientras seguía cada movimiento del juego. Era un contraste divertido verla tan entregada al deporte mágico, completamente absorta en la búsqueda de la snitch dorada y alentando a su equipo con pasión. Y sin importarle que su larga cabellera azabache se despeinara con el fuerte viento que proporcionaban los jugadores al pasar tan cerca de las gradas.

𝐀𝐋𝐈𝐁𝐈, marauders eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora