Saliva

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Odio la saliva.

Especialmente la ajena, pero hasta mi propia saliva me parece un asco, es decir, apesta por si sola

¿no es acaso eso perturbador, boludo?

Detesto escuchar los sonidos que hace la gente cuando mastica y se mezcla la comida con ella; odio los sonidos enfermizos que hacen las parejas amorfas al besarse y pasarse hilos de saliva impudicamente; me repugna ver a las personas masticar chicle, por Dios que lo odio y podía golpearlo con una sartén en la cabeza por lo asqueroso que es; me desquicia que me escupan cuando están hablando conmigo, sentir una gotita de su asqueroso líquido lleno de bacterias en el rostro, no es algo bonito ni gracioso; siento que podría enloquecer cuando alguien se atreve a acercarse a mí con su intenso aliento matutino, es decir, primero lava tus dientes, por favor.

Pero lo más que odio, lo que me bloquea, me descompone y hace que escape fierecilla que vive en mí, es que beban directo del mismo recipiente que yo uso o que utilicen mis cubiertos.

¡Por Dios que es así!

Mi hermano se pone de pelotudo conmigo cuando me pide agua y yo le digo:

- Dale... Pero de cascadita - Siempre pone los ojos en blanco y aún no se rinde en decirme.

- Iván, por Dios, tenemos la misma sangre -

- Si, pero no tenemos las mismas colonias de bacterias en la boca -

Siempre se enoja el pendejo, boludo, pelotudo este... Y siempre bebe directo nada más para sacarme canas verdes.

Y vaya que podía asesinar a todo aquel que se atreviera a beber directo de mi botellón, incluso en la Facultad sabían a lo que se arriesgaban con ello.

Aun así, si lo olvidaba yo trataba de ser civilizado intentando calmarme y la furia me ponía una sonrisa siniestra en el rostro antes de decirles:

- Te regalo lo que queda -

Y me retiraba en silencio. Ciertamente yo tenía una doctrina de creo tolerancia hacia cualquier acto de falta de higiene o invasión hacia mis pertenencias.

Excepto una ocasión en la que no supe como reaccionar cuando cierto pelotudo castaño, cuatro ojos y enano me pidió agua a la mitad de la clase de álgebra porque el profesor no lo dejaría salir, y el wachin le pegó su bocota a la botella. Okay, tal vez exagere un poco. Ese pibe castaño y de sonrisa bella se llama Juan Sebastián Cubito Guarnizo. Desvergonzado, algo cínico y sobre todo atrevido.

Ah, y es mi novio.

¿Que como ocurrió?

Bueno, resulta que cuando iniciamos ese ciclo escolar me correspondió sentarme enseguida del enano Cubito, estudiante nuevo en el grado. El chico era bellísimo y era sumamente carismático, la verdad me encantaba en una manera casi ilegal. Era mi amor platónico que se sentaba todos los días a mi lado. Además de tener apariencia de Dios, tenía gustos increíbles en todo, desde música hasta comida y series de televisión. Aquello era un verdadero encanto primerizo. Y todo estaba bien, solo nos sonreíamos y hablábamos a una distancia prudente donde no hubiera intercambio alguno de fluidos.

Una relación sana y asombrosa. Nunca había hablado tan espontáneamente con una persona como con él, se sentía como si confirme ibamos conociendonos, me sentía más dispuesto a darle toda la confianza del mundo.

Wakala! q riko - SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora