Sangre

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Sangre... ¿Cómo alguien podría odiar semejante sustancia vital?

Aunque, no queda duda de que no soy el único ser humano que de hecho se siente incómodo con este fluido. No me quejo de la existencia de la sangre, en serio considero que la sangre es posiblemente el único fluido que merece permanecer en nuestro organismo y hasta que le demos reconocimiento; pero lo importante aquí es que cuando se expone fuera de nuestros cuerpos, entonces es un claro indicativo de que algo está jodidamente mal.

Quizá mi reacción sí era demasiado exagerada, mi drama al ver sangre saliendo por la nariz de alguien era terrible, ya ni hablar de cuando mi propia nariz parecía llave abierta.

Creo que nunca llegué a desmayarme por ello, pero nada más porque mi vieja me regañaba diciendo que me dejaría desangrarme si me atrevía a desmayarme. Sí, ella sí me apoyaba. En general, prefería no pensar demasiado al respecto, era mejor ignorarlo, aunque por supuesto había situaciones que me hacían llegar al límite, situaciones relativamente inevitables. Digamos que era un chico algo enfermizo, así que solían hacerme análisis de sangre periódicamente.

Así es, me sentaban a observar como me drenaban lentamente. Puta madre, wacho, era una manera de torturarme al parecer, además de que no era sólo esta cosa extraña que me daba al ver sangre, también le tenía (y le sigo teniendo) un miedo irracional a las agujas. De hecho, cuando era un pendejo de siete años, mi vieja me llevó al hospital por una terrible infección en la garganta y acabaron diciéndole que necesitaban inyectarme el antibiótico.

Me volví tremendo loco, no dejaba de llorar y mi vieja prácticamente tuvo que treparse sobre mi espalda para impedir que me moviera, sin embargo al ver la aguja entré en pánico y grité.

- No quiero que me inyecten! - Y en un acto de inteligencia pura, intenté manotear a la enfermera, pero lo único que logré fue cortar el dorso de mi mano con la aguja. Acabé llorando aún más que antes, con una picadura en el culo y para colmo una venda en mi mano. Sí, mis experiencias con la sangre eran bastantes épicas. Sin embargo, me sentía algo así como bendecido por el universo por haber nacido pibe, porque aprendí durante un taller de sexualidad en la escuela que las mujeres tienen que soportar soltar sangre por la concha durante unos cuantos días al mes, estoy seguro de haberme quedado profundamente impactado e incluso aterrado, eso era tan abrumador. Por no decir que era incluso asqueroso, ¿cómo podían las mujeres estar cómodas si sabían que en cualquier momento les saldría sangre que les mancharía los calzones? Así que decidí que respetaría aún más a mi madre y a las mujeres en general por llevar semejante carga, y agradecería infinitamente al espermatozoide de mi viejo que hizo que siguiera la línea XY.

Pero como ya he dicho antes, ha habido un par de excepciones en mi vida, y para este caso, irónicamente no será la excepción. Ya he mencionado que mi novio Juan Cubito podía ser bastante convincente, aunque incluso yo tengo mis límites.

Juan siempre se había caracterizado por ser un poco impulsivo, intento y algo pelotudo. Ya estabamos estudiando en la Universidad, había más libertad, aunque también el tiempo para vernos cada vez menor, y cada que salíamos Juan se ponía muy sentimental, me repetía una y otra vez sobre lo mucho que me quería, sobre cuánto disfrutaba pasar tiempo conmigo, que su corazón me pertenecía y todas esas boludeces, viste?

Pensándolo bien, todo eso era muy cursi, claro que me movía las tripas y hacía que mi corazón latiera como esquizofrénico, pero no quitaba el hecho de que era una clase de aviso sobre lo que estaba próximo a venir, así que no me sorprendí realmente cuando un día en el centro comercial llegó a mí diciendo:

- Oye, Spreen, hagámonos tatuajes de pareja - Jeje, oh mi queridisimo Juan, ni siquiera por el amor de Dios habría aceptado hacer algo así, porque si lo quería mucho y todo, pero el tipo estaba loco si creía que yo iba a permitir que me abrieran la piel para ponerme tinta mientras se me salía la sangre por los poros y acababa desangrado, o peor aún, con hepatitis por las agujas contaminadas. Mierda, quizá lo exagero, pero aún así tuve que negarme.

Wakala! q riko - SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora