Única parte

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Arrodillada en el suelo, estaba vestida con esa tanguita roja que a papi le encantaba y las tetas desnudas con dos pinzas en los pezones. Sentado en el sillón en frente suyo, papi estaba acariciándose la pija con la vista que le regalaba. Un poco desesperada, comenzó a fregarse con sus piernas mientras temblaba de la anticipación. 

Cuando papi se cansó de tocarse, la llamó con la mano para que ella se acercara gateando. Cuando sus rodillas tocaron el borde del sillón, sus manitos se acercaron a los muslos de su papi, acariciándolo suavemente con las uñas. La carita se recostó sobre la mano de su dueño, recibiendo mimos y una orden —come pendeja—. La agarró fuerte del pelo, guiando su verga hacia su boquita que esperaba abierta, jadeando por la excitación. 

El gruñido que soltó el dominante cuando fue recibido por la calidez fue lo que necesitó para deslizar brutamente la verga hasta su garganta, ahogándose por lo grande que era. Siguió engullendo, orgullosa por el desastre que estaba haciendo. Complacida por la mirada oscura y perversa y las caricias duras que recibía de su papi. Sus uñas estaban enterradas en sus propios muslos, gimiendo sobre la verga, rozándose con la tela de su tanga completamente mojada.

Sintiendo la verga palpitar, la sacó de su boca, recuperando el aire; mientras seguía masturbándolo entre los lengüetazos que le regalaba a su juguete, le rogó que por favor usara su lengua en ella.

Viendo su maquillaje arruinado por las lágrimas, las burbujas de saliva en sus comisuras y lo bonita que se veía usando la lengua. Decidido a cumplirle el pedido, la agarró de la cabeza con las dos manos, pidiéndole que pusiera sus manos en la espalda y lo mirara; y le terminó de coger la boca violentamente. Se levantó del sillón, levantándola de los pelos, sacándole la tanga a manotazos y la tiró sobre donde estaba sentado. 

Con la tanga enredada en el tobillo la acomodó como un muñeco con el culo en el borde del sillón; con las manos apretando con dureza levantó sus piernas hasta que sus rodillas quedaron al lado de sus tetas. Le ordenó que se sostuviera de esa forma mientras deslizaba las manos hacia su objetivo, el agujero necesitado de su sumisa. 

Las caricias recibidas en su culo la tenían temblando de anticipación. Sabía que a su papi le gustaba el rojo, pero igual se sobresaltó con el golpe en su muslo, deseando que fuera en su clítoris gimió, deshaciéndose la posición. Con enojo, el dominante sostuvo sus piernas juntas, tapándole la vista; y los manotazos le llovieron en el culo, las piernas y el clítoris, haciéndola un desastre de gritos desesperados pidiendo perdón. Cuando la lluvia terminó, las caricias para mitigar el ardor aparecieron, aunque mezcladas con pellizcos. Le repitió con una advertencia que se acomodara o la ataría.

La humedad de ella se deslizaba por su ano expuesto, haciendo un charco en la tela del sillón; todavía no tenía esa lengua en su entrepierna. Su dominante le acarició con el dedo índice, suave, y sintiendo lo caliente que estaba y decidió hundirlo. Tan fácil fue que le hizo enterrar la cara con tanta gula que las manos de la sumisa soltaron sus piernas para enterrarlas en su pelo y atraerlo con fuerza hacia su concha. 

Las manos masculinas tenían con fuerza las piernas en su lugar. Mientras comía como un animal su postre, la lengua presionaba sobre el clítoris con violencia, haciéndola jadear desesperada, deslizándose en su interior con sus largos y tatuados dedos. Los dientes rasgaban suavemente la carne expuesta. Cuando sintió cómo su cabeza era empujada hacia atrás, se separó mirándola duramente para comenzar los golpes en su clítoris. 

La forma en la que su pendejita temblaba lo tenía tan duro, que se estiro para agarrar el porro olvidado y fumarlo mientras hundía sus dedos con rapidez en el interior de ella. Viendo los jugos en sus nudillos, los sacó causando un berrinche, interrumpiéndolo rápido metiéndolos en su boquita. 

La hizo sentarse temblorosamente con los dedos todavía en su boca y le ordenó que le pusiera el forro. Cuando él terminó el porro y ella la tarea, la empujó sobre el sillón; recostándola sobre su espalda, tirándose sobre ella. Agarró su verga y se hundió, saboreando las paredes ajustadas de su puta, empujándose despacio para que sintiera lo grande y grueso que era. Sus manos agarraban la cintura de la pendeja con posesión, posiblemente dejándola con marcas. 

Los temblores en el cuerpo de ella solo se hacían más violentos; bajando la cabeza vio su cara muy concentrada, los ojos cerrados, el ceño fruncido y los labios un poco abiertos. Con ganas de molestarlo se acercó y le pasó la lengua por los labios para llamar su atención. Excitada con los ojos dilatados que la miraban, le abrió la boquita esperando; una de las manos en su cintura se ajustó a su cuello con fuerza y con un sacudón escuchó la oscura voz de su dominante. —pendeja puta, me volves loco—. Se le escapó un jadeo mezclado con una risita cuando recibió la saliva en la boca y la cara. 

La vista hizo perder la paciencia al dominante; tomándola con las dos manos del cuello, empezó a joderla con violencia, haciéndole perder la sonrisita inocente que tenía la sumi. Mirándola mientras le rasguñaba la espalda y los brazos, se inclinó para hablarle sucio sobre las mejillas mientras las mordisqueaba y lamía. 

La levantó sentándola sobre su verga, acomodando sus pies en el piso para que estuviera cómoda y le dijo que siguiera con el trabajo, mientras le sacaba las pinzas torturando sus pezones, pellizcando, mordiendo y lamiendo. Los movimientos de la sumi se hicieron lentos, torturándose con el largo, subiendo temblorosamente hacia la cabeza, moviendo la cadera en círculos hacia abajo, sosteniéndose por los hombros de su papi. —Me llenas tan bien —murmuraba ida del placer. Los labios de ella estaban rojos de tanto mordérselos, en el cuello ya se veían las marcas que el mayor dejó y la capa de transpiración era camuflada por la mezcla de su saliva y la de él. 

Cuando papi se aburrió de la lentitud, bajó las manos hasta su culo y lo dejó en el aire para joderla desde abajo tan bruscamente que la chiquita tuvo que levantarse para sacarlo porque los pocos golpes que le había dado fueron suficiente para hacerla llegar al orgasmo. Se sentó sobre la verga hinchada, frotándose entre temblores y jadeos mientras mordisqueaba el cuello de su papi. —Muchas gracias, papi—, mientras se frotaba sobre la punta de la verga, casi acunándolo con sus labios.

Estuvieron pocos minutos en esa posición, esperando que la putita pudiera respirar por sí sola, recibiendo rasguños en el culo y espalda, mientras seguía complaciendo a su dominante, que le murmuraba palabras sucias con cumplidos en el medio.

Cuando el dominante escuchó una profunda respiración, su verga se deslizó con facilidad y su pendeja comenzó a rebotar con dureza, inclinada, apoyada sobre sus rodillas, ofreciéndole de nuevo sus tetas, que se metió con gula en la boca por la energía de la sumi. Entre los jadeos pudo escuchar que le pedía que la usara como juguete. Retomando la posición anterior se la metió hasta que estuvo cerca de correrse. 

La empujó, causando que callera de rodillas al piso, y sabiendo lo que venía, la sumi empujó su pelo hacia atrás mientras abría su boquita, sacando la lengua con una sonrisa. El mayor quedó sentado con espasmos mientras se sacaba el forro y volvió a cogerle la boca a su perrita. 

Con las vibraciones de los gemidos, junto con los lengüetazos y chupadas de su puta, le avisó a la sumisa que estaba cerca, que emocionada se empujó un poco bruta para intentar meterse todo lo que pudiera en la boca. Solo cuando la punta de la nariz chocó con el abdomen y sus uñas se clavaron en la cadera del dominante, pudo soltar un ronroneo que arruinó al mayor que mantenía sus manos en la cabeza de su perrita.













Espero que les haya gustado, un placer escribirlo.

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