Oswalt

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Abrió los ojos, el calor en la habitación la estimula, las náuseas le hacen salivar la boca. Intenta moverse, pero no puede. La oscuridad le desespera. Solloza, su vientre hinchado se contrae.

—Shh...

La mano callosa y grande le acaricia la mejilla y le seca las lágrimas. Continúa sollozando porque no sabe lo que sucede, todo es oscuro. El pinchazo del suero termina por calmarla y su cabeza cae sin resistencia sobre la almohada.

La estación gélida golpea a la ciudad de Florencia, con todo furor, en su tercer y último mes. Cerca de nueve meses han transcurrido con normalidad, si se puede catalogar así.

Will se mantiene ocupado con su trabajo temporal, como profesor en una universidad, mientras que Hannibal le enseña a convivir con las fugas, de lugar en lugar, en diferentes pueblos de la ciudad; han denunciado la desaparición de Gia Nabókov.

—El novio de Gia quiere justicia —las rodajas de zanahoria cayeron sobre la tabla, el filo del cuchillo refleja el rostro contemplativo de Will.

—Los periódicos dicen que es capaz de huir y causar daño por la psicosis. Dicen que está loca recorrió con la mirada la portada, deslizándose de página en página.

—No saben ser objetivos, es lamentable que ella no pueda leer lo denigrante que la hacen ver —encendió la hornalla y se dispuso a revolver la mezcla en la sartén.

—Tendremos cuidado. ¿Este es nuestro último día de estadía, no? Celebremos —Hannibal sonrió y le dio un beso en la frente.

El ambiente ha mejorado desde que ella no está más en sus vidas, no es mayor problema el hecho de la denuncia, saben ocultarse bien y nada podría salir mal si los dos se comportaban.

Fueron interrumpidos, el toque en la puerta los llevó a mirarse entre sí para debatir quién la abría, pero Hannibal se adelantó a hacerlo. Miró al hombre de cabello corto, barba, una altura promedio, ojos marrones y, bajo ellos, bolsas que denotan la miseria del labor y las noches de guardia.

—Buenos días, señor, soy el oficial Alessandro Veronamostró la placa. Carga con él una Beretta 92.

—Buenos días, oficial, ¿qué lo trae por aquí? —Will oía desde el pasillo.

—Me han pedido investigar pueblo por pueblo sobre el paradero de una joven, no es usted el único vecino interrogado, ¿la conoce? —una foto de la joven durante el embarazo.

—¿Está perdida, oficial? —simuló preocupación.

—Se estima que sí, señor, la mujer ha desaparecido sin dejar más rastro que un bebé asesinado. Hemos tardado ocho meses en encontrar su paradero, —el hombre era hablador y agotaba la lengua en detalles parece alguien poco capaz, pero ha cruzado muchos países para escapar de su familia y de la politsiya.

—No dudo en que ha elegido un buen lugar para huir, Florencia es hermoso —Verona hace un puchero de consideración y asiente, yéndose del tema.

—Es hermoso, pero sus atrocidades no son para nada lindos. ¿Qué clase de mujer tendría el corazón de matar a su propio hijo?

—Es complejo, oficial, pero antes de continuar, —hizo una pausa, abriendo la puerta— me gustaría invitarlo a beber una taza de té, hace frío afuera.

Gustoso, el hombre aceptó la propuesta y a los pocos minutos descansaban las espaldas en los sofá de la sala de estar, conectada directamente al jardín interno. El fuego crepitante y los sorbos al té se oían en medio de la discusión.

 Monotonía-Hannigram.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora