Capítulo 20

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En un silencio casi sepulcral, ambos jugadores esperaban a que alguno diera el primer paso y buscara el fanfic. Aunque la idea fue de Sonny, no esperaba que la primera experiencia fuera de un género tan extraño. Según Cuti, el omegaverse se centraba en lobos en forma humana, sin necesidad de transformarse, a menos que la autora lo quisiera. También mencionó los lazos y predestinados, pero Sonny prefirió ignorar los detalles.

—¿Lees vos o empiezo yo? —dijo su amigo impaciente.

—Hay que leerlo en voz bajita —sugirió para evitar vergüenza—. Si tengo dudas, te aviso.

Con un suspiro compartido, entraron al enlace.

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Segundas oportunidades

A la edad de 18 años, un joven e inocente omega cayó en las manos equivocadas de un alfa. Lo que debería haber sido una experiencia única y especial al unirse a su supuesto predestinado, se convirtió en un infierno.

Obligado a abandonar sus estudios y rehacer su vida desde cero, alejado de su familia, el omega tuvo que dividir su tiempo entre trabajos de medio tiempo y cuidar a su cachorro de apenas un año y medio. Sin marca y siendo un padre soltero, Heung-Min sufrió todo tipo de discriminación y humillaciones.

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—¿Por qué tengo que ser un omega? —Sonny se levantó del sillón, visiblemente molesto—. No quiero ser omega, Cris...

—Es ficción, Sonny, dale una oportunidad —Cuti intentaba convencerlo de continuar la lectura, aunque también se sentía molesto por las cosas que estaba padeciendo aquel Sonny—. Este debe ser el más tranquilo.

—La próxima quiero ser alfa.

Volviendo a sentarse al lado de su amigo, retomaron la lectura.

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Esa noche, Heung-Min recibió una llamada de su antiguo trabajo en el Hotel Busan Lotte para atender una reunión diplomática. Aunque no quería separarse de su cachorro, aceptó por la buena paga. Después de dejar instrucciones a su vecina, tomó varios supresores y se dirigió a la parada del autobús.

La supervisora les informó sobre el menú del embajador argentino y la importancia de la ocasión. Afortunadamente, a Heung-Min le asignaron la cocina, donde ayudaría a lavar la vajilla y asistir al chef.

Para su mala suerte, sus manos aún se estaban recuperando de las heridas que le dejó su antiguo trabajo, y cada vez que debía meterlas en el agua caliente, deseaba llorar.

Sin embargo, la suerte nunca estaba de su lado, y la diosa Luna parecía empeñada en complicarle la vida a su mejor guerrero.

—Jovencito —una mujer desconocida interrumpió su labor—, debes alcanzar el champagne a la terraza; uno de los huéspedes lo está solicitando.

—No estoy a cargo de ese sector —intentó explicarle sin desviar la mirada del reloj de la pared—. Mi hora termina ahora.

—¿Pretende que una anciana suba esa cantidad de pisos?

Para no seguir escuchando a la ahjumma, Heung-Min terminó diciendo que sí, pasando por alto el pequeño detalle de que esa mujer no llevaba el uniforme del hotel.

Cutison O NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora