Capítulo 8. Memorias

86 12 0
                                    

Era verdad, lo que aquel perfecto hombre había dicho era totalmente cierto, solo había un pequeño detalle. ¿Sergio era su esposo? Sí, lastima que solo él lo recordara.

Recordar la sonrisa del pecoso aún le pesaba, hacía volver a revivir aquel día en el que lo conoció hace a penas casi 61 años, y a pesar de todo Sergio seguía siendo Michel.
El joven hombre soltó una sonrisa sin querer, las memorias pasarón por su mente y dieron el contexto de cómo comenzó todo.


" ❝. . . . . . . . .❞ "

Lunes 19 de Agosto, 1963.

El chico de 1.80 seguía enfadado, los reclamos de su padre habían estado presentes desde el día anterior y el tema seguía siendo el mismo, la disputa siempre comenzaba por una razón que para el chico de 25 años aún era tonta, su juventud. A esta edad su padre seguía aún en constante presión para que el chico se casará, ya que para la visión que su progenitor tenía de él, una esposa era lo único que faltaba en la vida del joven Emilian.

El coraje seguía presente en el veinteañero, así que sin más dejo a su padre hablando solo de nuevo, tomó las llaves del auto que con esfuerzo había comprado y se fue a uno de los bar más cercanos.

Emilian, él odiaba ese nombre, sin embargo, era el único con el cuál lo reconocía el mundo.

Sobre él no había mucho que decir, o eso pensaba él mismo, su padre Thomas Swift un hombre inglés que migró un invierno a Bélgica y regresó a casa con una joven nativa con quién se casaría después, la madre del chico, Rebecca. En pocas palabras se podría decir que nunca fue un matrimonio no muy feliz, mientras el padre del veinteañero trabajaba como uno de los cargos más altos en una empresa de automóviles y mecánica, su madre, Rebecca, se quedaba en casa a cuidar al "pequeño príncipe" de la casa, esto fue solo hasta que Emilian cumplió 9 años, ya que a sus cortos 30 años la mujer falleció dejando a su esposo viudo y a su hijo sin una madre.
Con el paso del tiempo, el luto por parte de su padre acabó, y las madrastras constantemente cambiaron para la vida del chico desde sus 11 años y era de esperarse, luego de unos meses del fallecimiento de su madre, su padre conseguió un gran ascenso el su empleo que con el paso del tiempo lo colocó en la cima del éxito como dueño de esa empresa de automóviles.

La vida laboral y personal del joven veinteañero siempre estubo controlada por su padre, esto al menos hasta los 21 años, dónde tomó más valor para afrontar a su querido padre y desde entonces comenzar a liberarse para hacer lo que le plazca y conseguir sus propias metas, el resultado de todo esto estaba ahí. A sus 25 años el joven hombre lo tenía todo, se había convertido desde hace 3 años antes en un empresario exitoso con una famosa y reconocida cadena de restaurantes pues la cocina era el lugar donde más tiempo pasaba junto a su madre, tenía su propia casa en Londres y 2 propiedades privadas en LA, California, junto con otra casa de campo en la que solía quedarse en Alaska algunas temporadas. Durante estos últimos 4 años había tratado de vivir su juventud y conocer el mundo, también se había convertido durante un año en modelo para una de las campañas publicitarias más famosas gracias a su tan buen y apreciado aspecto, se graduó en una de las universidades más prestigiosas de Londres, esos eran tan solo algunos logros de lo cuáles había conseguido con tanto esfuerzo.En pocas palabras, era el hombre perfecto.

A pesar de tener todo eso, él aún tenía el contante pensamiento de que en realidad el no tenía nada.

Y ahí se encontraba, bebiendo otro de los caros whiskey que el barman cortesmente le servía. Una leve sensación recorrió su cuerpo de nuevo se topó con una mirada, una mujer rubia, ojos en un tono verde claro, cintura pequeña, labios rojo y gruesos, además el vestido que traía puesto la hacía parecer una modelo. Ambos chocaron miradas por un momento pero mientras la mujer seguía en un intento de seducción con miradas a distancia el joven hombre ya se había retirado por completo, miró su trago y se maldijo internamente, esa mujer era realmente y él ahora se sentía tan enfermo.

Pidió un trago más y seguía en la misma pregunta: "¿Por qué?"

¿Por qué se sentía así de nuevo? Está era la quinta mujer en la semana que tenía estás intenciones con él, y Emilian seguía rechazando todo tipo de atracción ante mujeres como ella, o ante cualquier mujer en realidad. Desde que tenía noción del tiempo lo recuerda, chicas e incluso chicos llegaron a confesarle sus sentimientos pero el seguía rechazando los por el hecho de que simplemente, él no sentía nada.

Nunca había anhelado una novia, nunca tuvo un apetito sexual ante nadie, incluso llegó un tiempo en el que quiso investigar sobre lo que podría estar pasándole y aún así, nunca logro sentir interés por tener pareja, ni hombre ni mujer. Pero el hombre constantemente se animaba a si mismo con la excusa de que tal vez era porque aún era muy joven como para querer un compromiso, y era ahí entonces cuando todo eso se derrumbaba al escuchar los sermones de su padre y su obsesión por casarlo.

-Esa mujer no vale la pena, créeme.

Una voz resonó cerca de su oído izquierdo, el más ebrio se giró y notó como aquel sujeto de tez apiñonada se sentaba junto a el en la barra de aquel lujoso bar.
Lo miró por unos segundos y se atrevió a hablar.

-¿Qué mujer?

-Por la cual estás hundido en este hueco de repugnancia alcohólica

-¿Por qué lo dices de tal forma?-Cuestionó ante la suposición del desconocido, mientras secretamente se dedicó a observar cada detalle de él.

Su rostro, sus ojos color café con ligeros toques en tonalidades verdes, el sujeto era más bajo que él, sus hombros anchos y sus brazos que desendian de una forma masculina, su piel en un tono casi canela, su nariz y sus labios que de un cierto modo lo hacía parecer con un aspecto atractivo. Esas pecas que se marcaban en su rostro, odiaba las pecas o eso creía hasta que se topó con este inigualable rostro, su cabello un poco rizado pero perfectamenete peinado, incluso el vio sus pechos y después se maldijo mentalmente por hacerlo de nuevo.

No era el caso de que Emilian fuera narcisista o algo así, pero era la primera vez que podía ser capaz de confesar que alguien le parecía atractivo, físicamente hablando.

-Mira a tu al rededor, la excusa más común para estar aquí es por uno de esos tantos malestares que tiene el sube y baja del amor.

Está vez contestó él chico más alto con más confianza girando su asiento para poder está frente a su nuevo amigo.

-¿Quién te dijo que era una mujer?

El subconsciente del joven más intoxicado lo delató, la tensión subió un poco ante las palabras que dijo sin pensar, él tan solo luchaba por no avergonzarse por lo que pasaba por su mente.

-Dejemoslo solo en mal de amor.-Rompió ese minuto de silencio el más alto.-Soy Michel Mendoza, pero puedes llamarme solo Michel.-Continúo el chico frente a él, estirando su mano hacia el frente suyo ofreciendo su mano a ese hombre atractivo. Emilian se limitó a observar con extrañeza a Michel, dejando su mano en el aire.-Tu, ¿No tienes nombre?-Preguntó con un poco de molestia ante la grosería del rubio mientras agitaba su mano de nuevo, el hombre solo se quedó mirando de nuevo.-Bien, si no lo tienes, yo te doy uno.-La insistencia del pecoso continúo y justo cuando el más ebrio iba a hablar fue interrumpido. -Max, desde ahora te llamas Max.

-¿Max?-El castaño entrecerró sus ojos un poco y con el ceño fruncido pregunto ante tal apodo que le parecía chillón y poco común, mientras le buscaba alguna razón.

-Si, como "Maximus" pero con cariño, me parece que haces mucho ejercicio, te ves muy... grande.-Confesó el más bajo mientras miraba las mejillas del rubio sonrojarse ligeramente, tomando con más prisa su trago.

-Bien, soy Max, un gusto.-Ambos soltaron una pequeña risa mientras unían sus manos en un apretón, reafirmando esa presentación.

【𝐏𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭 𝐦𝐚𝐧】✨️Chestappen✨️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora