Confesiones

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Después de que el sheriff Smith los pusiera al tanto de la situación, se desplazaron hasta el lugar de los hechos. Una adolescente había desaparecido hacía cinco noches, cerca del pequeño bosque que había en el pueblo. La última persona en verla había sido una de sus amigas, que esa misma noche la estaba acompañando, pero tuvieron una discusión y tomaron caminos distintos. Nadie más había sabido de ella, ni siquiera sabían por dónde tirar ya que no había pistas que pudieran ayudar a resolver el caso. El día posterior a la desaparición, el sheriff junto a un par de oficiales más, intentaron recrear la noche del suceso con la ayuda de la amiga e interrogaron a las personas que vivían cerca de la localización, sin resultado. El segundo día buscaron en los lugares más turbios del pueblo, por si la hubiesen llevado allí, sin éxito también. El tercer día buscaron por los pueblos contiguos por si la hubieran desplazado o alguien hubiese visto algo, pero tampoco había pistas. Y al cuarto día pidieron refuerzos, poniéndose en contacto con el departamento de policía de los Ángeles y solicitando a su mejor detective, en este caso Chloe Decker.

Chloe y Lucifer se acercaron al lugar de la desaparición para ver si los oficiales habían pasado algo por alto, pero no había pruebas y menos después de cinco días, cuando ya había gente que había pasado por allí. Hablaron con la amiga, recorrieron el pueblo, ya que no era extremadamente grande pero no encontraron nada para la hora de comer.

-Detective, deberíamos para a comer.

-Lucifer no tenemos nada, ni siquiera una prueba que indique el paradero de la chica o si sigue con vida – respondió Chloe derrotada.

-Lo sé, pero necesitamos reponer fuerzas para poder continuar esta tarde y no va a cambiar nada si paramos un rato.

-Supongo que tienes razón.

Fueron a comer a uno de los dos restaurantes del pueblo. El lugar era sencillo, cálido y acogedor, aunque no tenía más de ocho mesas. El servicio era muy amable y no tardaron mucho en servir su comanda. Ambos comieron en silencio, pero la tensión se palpaba en el ambiente cada vez que se rozaban por error o se miraban a los ojos. Las miradas que Lucifer le mandaba eran devastadoras, como si quisiera comérsela en cualquier momento y Chloe no podía evitar ruborizarse y pensar en lo que habían hecho esta mañana.

Mientras se batían en una competencia de acaloradas miradas, Chloe no puedo evitar escuchar a los dos hombres que había sentados en la mesa de atrás. Habían mencionado el nombre de la chica desaparecida. No habían dicho más que lo obvio, que estaba desaparecida y nadie sabía nada, pero algo hizo pensar a Chloe que uno de ellos sabía más que el otro, por la forma que tenia de expresarse. Chloe le hizo un gesto a Lucifer con la cabeza y él captó la indirecta, pidiendo la cuenta rápidamente para así poder seguir a los sospechosos cuando dejaran la mesa. Tardaron veinte minutos en abandonar el restaurante y Chloe y Lucifer los siguieron con sigilo. No los habían visto en el pueblo esa mañana y eso que habían hecho un recorrido por todo el pueblo, por lo que pensaron que podrían venir de fuera. Los sospechosos doblaron una esquina y se subieron al coche que había aparcado. Como no iban a poder seguirlos, porque el coche patrulla estaba lejos de ahí, Chloe apuntó la matrícula del coche e hizo una llamada a comisaría mientras se dirigían a su coche. En cuestión de minutos le dieron los datos del dueño. Vivía en uno de los pueblos contiguos, por lo que fueron en su busca. Llegaron a la dirección indicada, pero no había rastro del coche. Aún así se acercaron a la puerta y tocaron. A los pocos minutos abrió un joven, no mucho más mayor que la adolescente desaparecida.

-Buenas tardes ¿vive aquí John Mayers? – preguntó Chloe.

-Eh sí, es mi padre – respondió el adolescente visiblemente nervioso.

-¿Conoces a Mia Harper? La chica desaparecida.

En ese momento la cara del chico se descompuso, como si le estuvieran hablando de un fantasma. En todo su rostro estaba escrito que sabía algo.

Destinos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora