El Peligro Acecha

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El príncipe Gabriel se acercó hoy, debo decir, había algo extraño en su disculpa. No de una manera hipócrita, sino más bien de una manera repentina y  algo descarada. El tipo de disculpa que lo deja a uno confundida.

Se disculpó, pero no me gustaría volver a encontrarme con él  estando borracho nunca más.

Miguel parpadeó para leer el siguiente párrafo.

Siguen sucediendo cosas extrañas. El rey ha solicitado mi presencia hoy. Aunque fuese inesperado, me ha dicho que requiere de mi presencia. No negaré que temo este pequeño encuentro. Espero que al menos esto me traiga un poco de paz.

Que todo parezca estar sucediendo a tal velocidad es bastante absurdo.

Pasó la página con un suspiro.

Conocí al rey donde impartía sus enseñanzas y, una vez más, consigue sorprenderme de tal manera que me deja... atónita. Todavía estoy debatiendo si es algo bueno o si es más bien su lado político el que está tomando el control.

Dijo que no era una extraña. ¡Me reconoció! Sé que esto puede sonar absurdo, pero me alegro de que podamos conformarnos con algo más que extraños que de vez en cuando almuerzan juntos.

Sus palabras me convencieron de que se preocupa profundamente por su pueblo. Nunca en mi vida he conocido a alguien que comparta mi visión para mi futuro reino. Me complace profundamente. Él es sabio y me alegro de poder tener a un visionario como él a mi lado.

Oh...

Parpadeó mientras su boca emitía un suspiro tembloroso y sorprendido. Su corazón se agitó con una sensación agradable. Era extraño y eso lo aterrorizaba. Su corazón intentaba establecer un ritmo acorde a una emoción específica, pero todas se amotinaron y enviaron a su cerebro a un breve cortocircuito. 

—¿Terminaste de invadir su privacidad?

Miguel miró fijamente a una alegre y sarcástica Jessica.

—Esta es la única manera en que puedo obtener información directa.

—¿Sobre ti?— Su ceja se arqueó con un poco de complicidad

—El Reino.— Refunfuñó y Jessica sólo se ripo para sí misma.

—Oh, sí, el reino, por supuesto.

Miguel puso los ojos en blanco, sacudió la cabeza y reanudó su lectura.

Hoy me desperté con el sonido de unas espadas. El rey estaba practicando con su hermano. Ahora puedo entender por qué se le llama El Rey Rojo o Las Garras del Dragón en Onerim.

Ese definitivamente era un nuevo apodo.

Manejaba una espada en cada mano. Su técnica es única, precisa y tan letal para un novato  en las artes del combate. No se contenía por nada.

No puedo describir el sentimiento que despertó en mí. Que Dios me perdone por una imaginación tan volátil.

Sus labios se curvaron en una sonrisa de satisfacción.

—Pasa la página.—La voz de Jessica hizo que él la mirara de reojo, alarmado. Ella estaba lejos, en su lugar, apenas conteniendo la risa sobre su reacción. 

—Recibirás patrullaje extra.

Lo cual sólo hizo a la comandante reír sin pena alguna.—Ohh, ¿qué leíste?

Corona Carmesí (MIGUEL O'HARA X LECTORA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora