Un Paso Más Cerca

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Incluso los enemigos contribuyen de maneras inesperadas

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La fresca y tranquila gloria de la mañana permaneció imperturbable mientras los primeros rayos del sol se filtraban a través de tu ventana, iluminando y encendiendo la habitación con dorada luz.

Esta vez, el sueño había llegado con más facilidad, ya que habías tenido una conversación sincera con Miguel. Tus objetivos para el futuro en ambos reinos habían encontrado un terreno común para que el diálogo se estableciera y pusiera de manifiesto tus esperanzas. Para tu sorpresa, él ya no te consideraba una extraña.

Las palabras y la suavidad con que se dijeron le dieron a tu corazón herido y a tu orgullo un poco más de sanación. La emoción en sus ojos caoba brillaba mientras hablabas de tus planes para el futuro, mirándote con un sutil asombro infantil. Bostezaste y sonreíste al recordarlo.

El repentino choque de metal contra metal te hizo parpadear y levantarte de la cama a toda prisa, el calor del sol te invadió mientras mirabas por el ventanal, curiosa. La somnolencia desapareció de inmediato de tu cuerpo al ver la escena delante tuya.

Un rey, sin las finas telas que cubrían su pecho,  blandiendo diestramente una espada en cada mano mientras los músculos y curvas de su espalda se contraían ante cada demostración de movimiento sagaz. El sudor se le pegaba, cuentas de cristal rodaban por su clavícula y la parte superior de su espalda; algunos mechones se le pegaban a la frente mientras su rostro fruncido se profundizaba al concentrarse en su rival, Gabriel.

Estaban entrenando. Una sonrisa burlona se dibujó en el rostro de Gabriel mientras el enojo de Miguel crecía. Los sirvientes los esperaban con refrescos y trapos para secarse el sudor. Peter y Jessica se apoyaron contra las paredes de piedra y sólidas, observando con ojos penetrantes.

Con un gruñido, Miguel asestó un poderoso golpe que hizo a Gabriel tambalearse hacia atrás, pero el joven O'Hara estabilizó sus pies para luego chocar su espada contra la de Miguel una vez más.

—No es justo que lo hagas doble, Miggy .

Fue el turno de Miguel de sonreír ante la frustración de su hermano menor.

—Aprende entonces.—mofó el rey.

Mientras continuaban con su combate, tus ojos no se apartaban de Miguel. Sus pies se movían a una velocidad experta que seguramente haría pensar a cualquiera que estaba bailando con espadas. Con cada dos pasos que daba el rey, Gabriel retrocedía esquivando las espadas dobles con respiraciones laboriosas.

Miguel nunca se contuvo. Ya fuera en el entrenamiento, peleando por su vida en el campo de batalla o en cualquier actividad que exigiera esfuerzo físico, lo daba todo. Era todo o nada.

Tus ojos se abrieron de par en par cuando Gabriel le quitó una de las espadas a Miguel de las manos, el rey solo sonrió. La espada giró en su mano como si estuviera haciendo girar sin esfuerzo un bastón; su agarre se endureció, haciendo que su brazo derecho se tensara y sus venas se hincharan un poco más.

Los pantalones de lino y cuero oscuros estaban sujetos con un grueso cinturón que sujetaba sus caderas, con una cintura estrecha que se extendía por encima de ella en hombros anchos, bronceados y musculosos. Tragaste saliva casi involuntariamente cuando sus músculos se contrajeron. Su cabello se balanceaba al ritmo de sus movimientos calculados.

Los hermanos habían cambiado de posición, y justo cuando Miguel estaba a punto de terminar la sesión con un golpe final, sus ojos se desviaron por un segundo para posarse en tu cuerpo.

Su rostro se suavizó al contemplar tu imagen. Disfrutaba de la gloria del sol, mirándolo fijamente. Sus labios se separaron ante la beatífica visión delante suyo . Y eso fue suficiente para que Gabriel lo derribara al suelo con un contundente empuje. La espada de Gabriel lo apuntaba mientras sonreía. Y tú jadeaste con una mano sobre tu boca.

Corona Carmesí (MIGUEL O'HARA X LECTORA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora