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-Sam... - llamó con suavidad la mayor, con la voz algo ahogada y cansada.

-Hm - articuló simple, realmente concentrado en lo que hacía.

-¿Por qué estás molesta?

-¡Porque te dejaste golpear solo porque eres mi novia! - chilló la menor, con sus ojos aguados y sus puños apretados a cada lado de su cuerpo, Ari bufó.

-No me deje, me defendí, nos defendí - indicó con seriedad, acariciando uno de los suaves muslos descubiertos de su pareja. Samantha refunfuñó, tratando de seguir curando el labio herido de la castaña a pesar de las lágrimas que hacían borrosa su vista.

-No deberías...

-¿Y dejar que te golpeen? primero me matan de ser necesario, y aunque esté en el jodido infierno, no dejaré que te golpeen - gruñó.

-La boca...

-agh, mierda... - la demonia puso los ojos en blanco, apartando las manitas de su novia de su rostro.

-¡Ari!

-¿Qué? - le vió, irritado e impotente, sentimientos que de inmediato desaparecieron al ver las mejillas llenas de lágrimas de su angelita.

-La próxima solo los ignoras, ¿si? - Ari no hizo ni dijo nada, pero se acercó a devolverla a su regazo,
acariciando su cadera suavemente - por favor...

La demonia bufó, porque sabía que no podía resistirse a ese puchero ni a esos ojitos ni mucho menos a su vocecita quebrada por el llanto.

-Bien...

Ari ganó un beso y muchos mimos más de su novia ese mismo día.

Los opuestos se atraen (Rivari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora