𝐀𝐍𝐓𝐈𝐇𝐄́𝐑𝐎𝐄|| Constantine Belmont, la hija prohibida de Zeus, e hija de Blancanieves y el Príncipe Encantador.
¿Qué pasaría si Blancanieves y Encantador tuvieran otra hija? ¿Qué tal si esa hija fuera la verdadera salvadora?
Constantine, el d...
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𝐴𝑁𝑇𝐼𝐻𝐸́𝑅𝑂𝐸
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Constantine Belmont siempre había sido una soñadora. Desde su infancia, se refugió en el arte, en la música, la escritura, la pintura, el teatro, y el baile. Para ella, cada pincelada, cada nota musical, cada palabra escrita era un escape, una forma de evadir la cruel realidad del Campamento Mestizo, el lugar donde había crecido desde que era una recién nacida. Nunca conoció a su madre, pero sí sabía quién era su padre: el poderoso Zeus. Esta revelación, lejos de ser una bendición, se convirtió en una maldición. Constantine era una hija prohibida, y por ello fue destinada a habitar la solitaria Cabaña 1, siempre aislada del resto de los semidioses.
Desde temprana edad, Constantine buscó consuelo en los cuentos de fantasía que leía, en las historias de héroes y villanos, donde su imaginación encontraba refugio. Amaba la música, la pintura, el teatro y la historia; cada forma de arte era un pedazo de un mundo más amable, uno en el que podía perderse y olvidar la crueldad de los semidioses que la rodeaban. Los demás la maltrataban, no solo por ser una hija prohibida de Zeus, sino porque su existencia desafiaba el orden natural que los dioses habían impuesto. El odio que Constantine sentía por los semidioses era profundo, alimentado por años de desprecio y abuso.
Había, sin embargo, tres dioses a los que Constantine amaba más que a nada en el mundo. Ellos eran su refugio, los únicos que la comprendían y no la juzgaban. Pero ese pequeño consuelo no era suficiente para aplacar el rencor que crecía en su corazón. Constantine comenzó a identificarse más con los villanos y antihéroes de sus libros, personajes incomprendidos, rechazados por una sociedad que nunca los aceptaría. Para ella, los héroes eran solo instrumentos de un sistema corrupto, inútiles en su lucha contra las injusticias que enfrentaba.
El odio de Constantine hacia los habitantes del campamento alcanzó su punto máximo cuando un grupo de semidioses la humilló de una manera tan brutal que algo en ella se rompió. Ya no había vuelta atrás. En un arrebato de furia, Constantine se vengó de una manera que resonó en los rincones más oscuros del Olimpo. Los dioses, horrorizados por la magnitud de su ira, decidieron que debía ser castigada. A la edad de once años, fue expulsada del campamento y condenada a un destino aún peor: ser encarcelada en un libro llamado Once Upon a Time.
En ese extraño libro, Constantine fue arrastrada a un mundo donde los personajes de los cuentos clásicos que alguna vez había amado cobraban vida. Aunque al principio fue una experiencia aterradora, pronto se dio cuenta de que este lugar era lo que siempre había soñado. Aquí, Constantine no era una marginada, sino una heroína respetada y querida por aquellos que realmente la valoraban. Era un mundo donde, por primera vez, su generosidad y amabilidad eran apreciadas. Aunque los monstruos la acechaban, Constantine encontraba en este nuevo mundo un sentido de pertenencia que nunca había conocido.
