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Fue curioso conocerla en una habitación donde el humo de cigarrillos apenas te dejaba abrir los ojos.

—¿Nombre?

—Freen Sarocha.

Pero así fue.

—Adelante.

Habían sido hace algunas semanas, sin saber nadie con exactitud cuántas, cuando una de sus mejores amigas había caído.

No tenía que esforzarse para darse cuenta de que estaba comenzando a sonreír, tampoco tenía que pedirle abrazos pues ella sola se los daba sin mencionar una sola palabra. Freen se sentía plenamente feliz de verla avanzar en la vida. Hasta que llegó al departamento oliendo a vodka y con los ojos rojos, que no estaban así sólo por lo que haya sido que fumaba. Después te tanto tiempo volvió a verla rota, llorando y rogando a los cielos que las cosas dejen de salirle mal.

—¿Qué sucedió, Charlotte?

—Me dejó, Freen. Se fue para siempre.

El apartamento nunca había estado tan triste en Navidad a pesar de los intentos de Freen en hacerlo ver bello. El frío de la nieve era nada con el frío en el alma de Charlotte. Y Engfa no ayudaba tampoco, siempre había detestado la vida y todo lo que tuviera que ver con ella.

—Siempre te he dicho que era una perra, Charlotte.

—Cállate, idiota.

—No peleen chicas, ¡vamos a ver una película y nos vamos a reír!

Realmente detestaban compartir espacio una con la otra, pero algo decía que detestaban más no hacerlo. Siempre se veían esos pequeños detalles en ellas. Cuando Engfa dejaba el último puñado de palomitas para que Charlotte lo tomara o cuando ésta misma le compartía de su manta. Estaban enamoradas y ciegas, o tal vez lo veían pero ninguna de las dos quería iniciar algo que podía traer el caos completo. Ninguna de las dos tenía un buen historial con el amor, ninguna sabía lo que era amar y que todo saliera bien en el proceso de conocer lo que es un corazón enamorado. A pesar de las indirectas de su amiga mayor, ellas seguían pensando que era normal besarse a escondidas de ella en la terraza creyendo que no las veía. Seguían pensando que las amigas normales se miran con tanto amor.

Y para Freen estaba bien, porque para ellas estaba bien.

Pero Charlotte seguía siendo un desastre. Freen no recordaba exactamente cuántas veces se ha quedado a su lado sosteniendo su cabello mientras vomitaba todo lo que había consumido, pero habían sido muchas. Engfa también ignoraba eso, el hecho de que el amor de su vida se estaba derrumbando. La mayor de las tres aprendió que Engfa también estaba asustada, porque Charlotte lo estaba, e incluso Freen. Tenían miedo de que ese piso con más de seis años haciendo que estuvieran unidas un día pudiera volverse el más doloroso rincón del infierno. Porque era normal enamorarse, era normal pelear, era normal irse. Y ninguna quería hacerlo. La única solución era ignorar el amor, ignorar lo que estuviera pasando y seguir con la venda puesta con tal de no perder a nadie.

Cada una lo ignoraba a su manera, Freen sonreía y les deseaba un buen día cada vez que cruzaba la puerta. Engfa criticaba las malas decisiones de las personas sabiendo muy bien que la suya no era ejemplo para nadie. Charlotte bebía vodka, fumaba cigarros y salía a clubes toda la noche. No todas las personas llevamos las cosas por el buen camino. Y, aunque suene cruel, en el fondo Freen agradecía que Charlotte no hubiera encontrado otra forma de lidiar con un corazón que ama. Pues sí tan sólo se hubiera quedado en casa, sí hubiera rechazado las llamadas de sus otros amigos, no hubiera querido conocer su mundo.

—¿Para qué quieres acompañarme? —gruñó soltando el humo de su cigarro. El balcón era el único lugar donde se le permitía fumar, en el fondo su amiga creía que había hecho caso nada más por sentir que se lo debía.

If you want love「 Freenbecky 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora