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Al entrar a la casa que comparto con Alejandro, me encontre con una escena desgarradora

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Al entrar a la casa que comparto con Alejandro, me encontre con una escena desgarradora. Lo vi tirado en el sillón, rodeado de botellas, latas de cerveza y de mas aparentemente borracho. Agradeci en silencio que estuviera dormido y no se percatara de nuestra presencia.

Decidi actuar rápidamente y llevar a Nico a la habitación que habia preparado para él. Lo acoste en la cuna y me dirigí a la cocina para prepararme algo de comer y escuche la voz de Alejandro despertándose y viniendo hacia mi —Deja de romper las bolas sharon.

—perdón ya me voy— Termine de preparar el samguche de milanesa rápidamente
—dale apúrate estúpida,— me pegó una cachetada y derrepente se escucha el llanto desconsolado de nico desde la habitación.

Mire con preocupacion a alejandro y fui apresuradamente hacia la habitación de Nico, con el corazón en la mano, intentando calmarlo mientras trataba que Alejandro no se acercara. La protección de nico se convirtió en mi prioridad absoluta en medio de la tensión y el miedo que generaba la presencia de Alejandro.

—que pendejo de mierda, no entiendo para que lo tuviste enferma, sos una estúpida. —revoleo un juguete de nico al piso y se fue al sillón de nuevo, yo me quede un rato calamando a nico y dándole la teta, cantándole y de más.

Cuando se durmió no lo deje en la cuna, si no que me sente con el a upa en una silla mecedora.
Mientras me mecía en esta mi mente divago varios segundo o minutos dirá yo, no podía parar de pensar en ale, la veces que prometió cambiar. A veces, muy a mi pesar, me aferraba a esas falsas promesas, como si fuera un salvavidas en le medio de una tormenta, en el fondo de mi pensaba que podía llegar a cambiar y seriamos una familia como siempre lo soñamos antes de los problemas.

. . .

18 de septiembre del 2015

Era un sábado a la tarde en la plaza de San Miguel, el sol empezaba a bajar y el clima estaba perfecto. Con diesiseis años y diesiocho, Alejandro y yo éramos dos pibes locos de amor, escapándonos de nuestros viejos que siempre estaban en contra de nuestro noviazgo. Nos encontrábamos ahí, en nuestro rincón, lejos de las miradas críticas.

Llegó con su mochila, repleta de cosas esenciales: el termo lleno de agua caliente, el mate y unas don satur que había robado de la alacena. —hola amor de mi vida—me saludo con un beos en los labios—tomamos unos mates?, me dijo con esa voz que me desarmaba. Nos tiramos en el pasto, riendo como si el mundo no existiera. A mí me encantaba ese momento; era como si todo lo demás se desvaneciera.

—¿Te imaginás nuestra vida juntos?—, le pregunté mientras tomaba un sorbo. Alejandro se quedó mirando el cielo, pensativo. —Sí… quiero una casa con un patio. Y un perro, golden retriver—,dijo con una chispa en los ojos. Me hacía soñar con esas cosas simples pero tan profundas.

—yo quiero una pileta, para poder meterme todos los dias—, le respondí riendo. La idea de una vida sencilla juntos me llenaba el corazón. —Podríamos invitar a nuestros amigos todos los domingos— seguí, sintiéndome cada vez más emocionada.

Éramos dos pibes soñadores, hablando de viajes a la costa y escapadas en verano. —Imaginate: una vacaciones con nuestros hijos, un nene y una nena—, dijo él mientras me pasaba el mate. Su voz tenía esa calidez que me envolvía.

Mientras el sol se ocultaba y pintaba todo de naranja, sentí que esos momentos eran eternos. Miré a Alejandro y vi algo más allá del chico divertido: vi a alguien con quien quería compartir mis días, mis risas y hasta mis miedos. La vida parecía tan fácil ahí, en nuestra burbuja.

Las risas resonaban por toda la plaza mientras otros chicos jugaban al fútbol cerca nuestro. Nos olvidábamos del tiempo, del mundo real y de los problemas que nos esperaban al volver a casa. Era solo nosotros dos, soñando despiertos.

A pesar de lo complicado que se volvió después todo eso —las peleas con los viejos, las inseguridades, nuestras peleas— siempre recordaré esos días en la plaza: llenos de mate amargo, sonrisas sinceras y sueños compartidos que parecían posibles. Porque en esos momentos sentía que todo podía ser real.

. . .

Limpie la lágrima que caía sobre mi mejilla al recordar todos esos momentos buenos y ver cómo podría haber sido todo sin el alcohol de por medio en nuestra relación. Cada recuerdo, cada risa compartida, se siente como una joya brillante en medio de la oscuridad que a veces nos envuelve. A veces, me encuentro atrapada en esos recuerdos, como si fueran un refugio donde todo era más simple y hermoso.

Aquel Alejandro era el chico que me hacía reír hasta dolerme el estómago, el que siempre encontraba la manera de hacerme sentir especial con un simple "te amo" en los momentos más inesperados. Recuerdo las tardes en las que nos quedábamos hablando hasta que se hacía de noche, compartiendo sueños y risas, sin preocupaciones ni sombras que nublaran nuestra felicidad. Había un brillo en sus ojos cuando hablaba de sus pasiones, una energía contagiosa que iluminaba todo a su alrededor.

Pero con el tiempo, esa luz se fue apagando. El alcohol se convirtió en una sombra pesada en nuestra historia, arrastrando consigo momentos de alegría y convirtiéndolos en días grises y llenos de incertidumbre. A menudo me preguntaba cómo habíamos llegado a este punto, cómo aquel amor tan puro se había visto empañado por algo tan destructivo. Veía su lucha interna y sentía una mezcla de tristeza y frustración; quería ayudarlo, pero a veces parecía que no había nada que pudiera hacer.

Por ese Alejandro es que sigo luchando, por nuestra relación, porque sé que en el fondo sigue siendo ese chico que me decía tantas cosas lindas. A veces siento que aún hay una chispa, un rayo de esperanza entre nosotros. Quiero creer que podemos encontrar el camino de regreso a esos días luminosos, donde el amor era más fuerte que cualquier obstáculo. Me aferro a la idea de que todavía hay tiempo para cambiar las cosas, para dejar atrás lo malo y construir algo nuevo.

Sé que no será fácil. La lucha contra el alcohol es ardua y requiere valentía y compromiso. Pero estoy dispuesta a hacer lo necesario para acompañarlo en este camino. Quiero trabajar juntos para sanar esas heridas y reconstruir lo que alguna vez fue nuestro refugio. Cada lágrima derramada es un recordatorio de lo que hemos vivido y lo mucho que aún podemos lograr si decidimos enfrentar juntos este desafío.

Quizás podamos retomar aquellos sueños de hace años: esa casa con jardín donde podríamos construir un hogar lleno de risas, los amigos reunidos en la terraza disfrutando del sol mientras compartimos historias y anécdotas. Me aferro a la idea de los pequeños momentos: cocinar juntos, bailar sin música en la sala o simplemente sentarnos a contemplar las estrellas. Esos instantes simples son los que realmente importan.

Así que aquí estoy, con el corazón abierto y listo para luchar por nosotros. Porque creo firmemente en el poder del amor y la capacidad de las personas para cambiar. Estoy dispuesta a ser su apoyo incondicional, a recordarle cada día lo valioso que es y lo mucho que significa para mí. Juntos podemos encontrar la fuerza para superar esta adversidad y volver a ser quienes éramos.

El camino puede ser largo y lleno de desafíos, pero tengo fe en nosotros. Con cada paso hacia adelante, estoy segura de que podremos crear una nueva historia llena de amor, comprensión y esperanza.

𝐌𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐬𝐭𝐞 - 𝐄𝐧𝐳𝐨 𝐅𝐞𝐫𝐧𝐚𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora