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El eco de las llaves chocando contra la madera de la mesa del recibidor retumbó en la casa vacía

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El eco de las llaves chocando contra la madera de la mesa del recibidor retumbó en la casa vacía. Sharon alzó la vista desde el sillón, con Nico dormido en sus brazos. Alejandro había llegado. No necesitaba verlo para saber que estaba borracho; el sonido de sus pasos pesados y descoordinados, junto con el fuerte aroma a alcohol que lo precedía, lo delataban.

Sintió un nudo formarse en su estómago. Nico, su bebé de apenas unos días, dormía plácido en su pecho, ajeno al caos que solía traer Alejandro cada vez que cruzaba esa puerta de madrugada. Ella lo abrazó un poco más fuerte, como si eso fuera suficiente para protegerlo de lo que pudiera suceder.

Alejandro, tambaleándose, cerró la puerta con un golpe seco. Ni siquiera intentó hablar en voz baja o controlar sus movimientos. Pasó de largo hacia la cocina, arrastrando los pies, y Sharon se tensó, su cuerpo en alerta como tantas otras noches. Sabía lo que vendría: preguntas, acusaciones, algún estallido por algo sin sentido. Sabía que no importaba lo que dijera, la conversación siempre acabaría igual: en gritos.

El ruido del vaso golpeando el mármol de la cocina resonó, y después, la botella de whisky deslizándose torpemente hasta el borde del vaso. Sharon respiró hondo, tratando de calmarse. Miró a Nico y sintió cómo su pecho se llenaba de amor por ese pequeño ser tan indefenso. No podía permitirse perder el control; por él debía mantener la calma.

Alejandro apareció en el umbral de la sala, con el vaso en la mano, los ojos entrecerrados por el alcohol. Se apoyó en el marco de la puerta, observándola. Había algo en su mirada que la inquietaba, algo que no terminaba de comprender pero que la ponía en guardia.

—¿Qué hacías? —preguntó, su tono cargado de sospecha.

Sharon intentó mantener su voz tranquila, incluso neutra, pero sentía el pulso acelerado en sus venas.

—Haciendo dormir a  Nico. Nada más.

Alejandro entrecerró los ojos, como si analizara sus palabras. Dio un trago largo al vaso y avanzó hacia ella, tambaleante. Sharon sintió una ola de temor recorrer su cuerpo. Era mejor no decir nada más, no provocarlo. Sin embargo, eso no siempre era suficiente.

—¿Segura que no estabas haciendo… nada más? —insistió él, sentándose pesadamente en el sillón frente a ella, con una sonrisa torcida en los labios. Era la misma sonrisa que usaba cuando quería hacerle sentir que había hecho algo mal, aunque no supiera exactamente qué.

—¿Qué querés decir ale?—preguntó ella, evitando sus ojos mientras seguía acariciando la cabeza de Nico.

—Te estuve buscando. En Instagram. —El tono de Alejandro era ahora más afilado, más peligroso—. Vi que tenías tiempo de estar en línea, pero no para contestarme.

Sharon se congeló por un segundo. Sabía que había estado viendo el perfil de enzo hace unas horas, pero no tenía idea de que Alejandro la estuviera vigilando. El simple hecho de que lo hubiera hecho le provocaba una sensación de invasión y asfixia.

—Solo estuve revisando algunos mensajes —dijo, su voz baja, tratando de sonar despreocupada—. Nico me necesita, ya sabes.

—Nico me necesita —repitió Alejandro, imitando su tono de forma burlona—. Siempre es lo mismo contigo ahora, ¿no? Todo es Nico.

Se inclinó hacia adelante, su mirada se volvió más oscura, su voz más fría.

—¿Y quién te mandó mensajes, eh? ¿Quién es más importante que yo?

Sharon tragó saliva. No había forma de calmarlo cuando llegaba a este punto. Sus celos, su paranoia… todo se encendía con cualquier detalle, por pequeño que fuera.

—Nadie importante, Alejandro. Solo Oriana, preguntándome por Nico.

La mentira salió de sus labios sin pensarlo dos veces. No quería meter a Enzo en esta discusión. De hecho, ni siquiera había sido algo relevante, solo había buscado el perfil de instagram de enzo fernandez, el chico que se mostró carismático e interesado en nico. Pero sabía cómo Alejandro podría reaccionar si supiera que pase la mañana, tarde y media noche con otro hombre. La sola idea de eso la aterraba.

—¿Nadie importante, eh? —repitió Alejandro con una risa amarga, pero sus ojos no se movían de los de Sharon. La tensión en la habitación se volvió insoportable—. ¿Por qué no me creo eso?

Sharon sintió que el miedo crecía en su pecho, pero sabía que no podía ceder. Debía proteger a Nico, mantener la calma por él.

—Alejandro, estoy cansada —dijo en voz baja—. Ha sido un día largo, y Nico ha estado inquieto. No quiero pelear.

Él la miró en silencio por unos segundos que se sintieron eternos. Luego se levantó bruscamente, el vaso en la mano temblando ligeramente.

—Siempre quieres evitar las peleas —dijo con desdén—. Siempre eres la víctima, ¿no? Sharon, la madre perfecta. Bueno, a veces me pregunto si ese hijo siquiera es mío.

Sharon sintió como si le hubieran clavado una daga en el pecho. Nunca antes había dicho algo así. Sintió un nudo en la garganta, pero se obligó a mantenerse firme. No podía dejar que las palabras de Alejandro la destruyeran. No esa noche. No cuando Nico estaba en sus brazos.

—Eso es cruel —susurró, con los ojos fijos en el pequeño cuerpo de su bebé, negándose a mirarlo.

Alejandro dio otro paso hacia ella, pero en ese momento, Nico se movió levemente, soltando un pequeño gemido. Sharon aprovechó el instante y se levantó del sillón.

—Voy a acostar a Nico —dijo, dándole la espalda a Alejandro y caminando hacia la habitación del bebé.

Sabía que era una excusa, pero necesitaba alejarse de él, aunque fuera por unos minutos. Mientras cerraba la puerta detrás de ella, sintió que el aire finalmente volvía a sus pulmones. Depositó con suavidad a Nico en su cuna, observando cómo dormía tranquilo, ajeno al mundo.

Apoyó la espalda contra la puerta y cerró los ojos. Sabía que no podía seguir así. Alejandro no cambiaría. No podía proteger a su hijo en un ambiente lleno de miedo. Pero, ¿cómo se suponía que escapara? ¿Adónde iría?

El sonido de una notificacion entrante en su teléfono la sobresaltó. Lo sacó del bolsillo y lo desbloqueó. Era Enzo, me mando solicitud de seguimiento.

Sharon sintió una oleada de calor recorrer su cuerpo. Aunque fuera solo una solicitud de seguimiento, eso le hizo saber que el había pensado en ella y se había tomado el tiempo de buscarla en instagram.

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⏰ Última actualización: Oct 02 ⏰

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𝐌𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚𝐬𝐭𝐞 - 𝐄𝐧𝐳𝐨 𝐅𝐞𝐫𝐧𝐚𝐧𝐝𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora