Un baile

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Estuve enamorado de una bella chica años atrás cuando éramos adolescentes, pero las circunstancias nos mantuvieron cruelmente alejados, pues ella deseaba tener a la persona ideal mientras yo anhelaba darle todo mi amor. La última vez que nos vimos le obsequié algo muy especial, con lo cual pretendía que jamás me olvidara a pesar de no haber tenido la oportunidad de ser parte de su vida. Poco tiempo después terminamos la secundaria y cada uno tomó un camino diferente, al menos así fue durante más de 10 años.
Inesperadamente, el destino nos volvió a reunir para concluir aquella historia de amor que nunca comenzó pero que nos dejó una pequeña semilla que estaba en nuestras manos hacerla germinar o dejarla morir.

Tras un miércoles de arduo trabajo regresé a casa, me duché con agua fría y luego me relajé acostado en mi cama. Por la mañana encontré un objeto que creí haber perdido tiempo atrás, se trataba de una pequeña nota que escribí para aquella chica de la que me enamoré y de la que no obtuve una respuesta. Aunque habían pasado muchos años, sentí que esa etapa de mi vida no estaba del todo concluida pero no podía hacer nada para cambiarlo, la única manera de superarlo era tomando todo ese aprendizaje para no volver a caer. Me mantuve sumergido en mis pensamientos por varios minutos, pero por desgracia, mi momento de reflexión no duró toda la tarde.

De repente, mi celular sonó insistentemente y una parte de mí no quería revisar las notificaciones, pues pensaba que eran asuntos de la oficina, pero el sentido del deber me susurraba al oído y cedí. Cuando miré la pantalla me percaté de que había tres llamadas perdidas de mi mejor amiga Helena, también un mensaje acompañado de una imagen; una invitación a la boda de un compañero del trabajo, la cual acepté, pues necesitaba despejar mi mente de la rutina.
El evento fue un viernes por la tarde, lo que me pareció bien, pues mi jornada culminaba justo a tiempo para arreglarme y estar listo para la ocasión. Aunque no sabía bailar, me gustaba observar a los demás mientras seguían el ritmo de la música, por supuesto la comida también era otra de mis motivaciones.

La invitación decía que debíamos asistir de etiqueta, así que fue fácil elegir entre varios trajes elegantes que había guardado por si se presentaba una ocasión especial. Todo gracias a Helena, quien insistía que la ropa elegante estaba hecha para mi pues me veía muy bien y resaltaban mis atributos más atractivos, según ella, mis brazos tonificados llamaban mucho la atención, aunque yo siempre intentaba ocultarlos.

La ceremonia civil fue emotiva, me daba gusto por ellos, ya que tenía tiempo de conocerlos y desde el primer momento supe que terminarían juntos, siempre he podido ver esos sentimientos pues, aunque odiaba admitirlo, el romanticismo fluía por mis venas.

Después de la danza de los novios, las canciones tomaron otro ritmo, aunque muchas parejas aún no se animaban a salir a la pista, mientras que yo observaba igualmente pensaba << La música romántica no solo se hizo para escuchar, pero el miedo siempre puede más >> mi cruda realidad me hizo sonreír, pero después de eso vi como mi amiga tiraba del brazo de un joven, el cual se rehusaba a salir a danzar frente a los demás. No obstante, aquello causó un efecto dominó en el que las mujeres tomaron la iniciativa y sacaron a sus parejas a hacer lo que se supone que debían hacer << Es solo un baile ¡Por dios! >> pensé de vuelta y tenía razón.

Rápidamente los asientos quedaron vacíos y me encontraba solo en una mesa, acompañado de una buena copa de whisky en las rocas. No estaba molesto ni mucho menos me sentía abandonado, después de todo, mi propósito era ver caras nuevas y disfrutar de un ambiente diferente al que estaba acostumbrado. De repente pasó algo inesperado.

— ¿Te gustaría bailar? —dijo una voz dulce y cálida, que me resultó bastante familiar, para luego extender su brazo hacia mí.

Al girarme para ver de quien se trataba, me percaté de que era ella. Luego de tantos años alejados, nuevamente estábamos frente a frente y regresé a aquella época en la que no podía articular ni una sola palabra debido a los nervios. Estar ante su belleza me paralizaba.
— ¿Tú aquí? —contesté con mucha dificultad.
— Si... ¿eso te molesta?
— No, para nada, solo estoy sorprendido de verte —la miré de pies a cabeza, pues analizaba detenidamente cada detalle de su ser para guardarlo muy bien en mi memoria.

Ella llevaba puesto un elegante vestido entallado color azul, adornado con diamantes cerca de su cuello. Lo que más llamó mi atención fue ese collar de bisutería que le regalé la última vez que nos vimos, el cual seleccioné cuidadosamente, pues quería que combinara con sus ojos color miel y su cabello castaño claro.

— Entonces ¿quieres mover la cadera conmigo? —preguntó y luego soltó una leve risa.
— Si, claro que si —contesté sin dudar y sostuve su delicada mano para seguir guiado por ella.

Nunca había bailado con nadie, pero tras tomar su cintura con mis manos dejé que la música guiara mis pies y de pronto me volví el mejor bailarín. Charlamos un poco, nos pusimos al día y compartimos vivencias interesantes, todo ese tiempo que estuvimos lejos despareció, era como si nunca hubiésemos estado separados. Pero inevitablemente surgió una pregunta que no podía responder, algo que simplemente no me esperaba y que por primera vez me hizo dudar de mí mismo.

— ¿Aún me amas? —inquirió mientras nos mirábamos directamente a los ojos.
— Nunca me diste la oportunidad —respondí con tristeza — en aquel entonces hubiera dado lo que fuera para que estuvieras a mi lado.
— Así que, ya no sientes lo mismo.
— No, pero eso no significa que no te ame aún, simplemente que no sé si todavía podemos crear una historia juntos. No siento lo mismo, pues aquel sentimiento se transformó en algo más profundo que hasta el día de hoy no había podido sacar de mi corazón.

Ella recargó su cara en mi pecho y la música había terminado, lo rodee con mis brazos para no dejarla ir otra vez. Luego levantó la mirada y repitió la pregunta en voz baja, pero en esa ocasión su rostro reflejaba la esperanza de escuchar una respuesta positiva de mi parte, yo no comprendía por que tardó tanto en darse cuenta de mis sentimientos.

— Claro que si —respondí y de inmediato ella me besó.

El tiempo se detuvo en ese instante, las personas a nuestro alrededor desaparecieron y éramos nosotros nada más en aquel enorme salón. Un baile nos reunión después de muchos años, con la esperanza de que construyéramos una autentica historia de amor, ya que, aunque fuimos cruelmente separados, estábamos desinados a volver a donde pertenecíamos.

Cuentos Cortos Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora