La intrusa infernal

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Una madre perdió la vida tras un lamentable accidente de auto, dejando atrás a un niño de tan solo 8 años y aun esposo joven que le fue devoto hasta el último momento, aquel acontecimiento les dejó un gran vacío que nadie parecía poder llenar.

No obstante, la vida continúa para quienes permanecemos en el mundo terrenal y no fue la excepción.

Meses más tarde el señor conoció a una hermosa mujer joven, quien había enviudado de igual forma, aunque a diferencia de él, ella no poseía ningún vástago. Rápidamente fueron creando un lazo amistoso que escaló sin problemas hasta convertirse en un gran amor, aunque el hombre sabía que estaba haciendo mal en iniciar una relación, cuando estaba pasando por una reciente pérdida, la necesidad de apoyo y de afecto le hizo pasar por encima de lo que era más sano.

Cuando empezaron a vivir juntos, el chico no aceptaba que una intrusa intentara ocupar el lugar de su madre. El sentimiento de rechazo era normal, pero fuera del trato cordial había algo más que lo hacía sentir incómodo. En el primer momento en que esa mujer llegó a la casa en compañía de su padre, el niño se dio cuenta que algo estaba mal, y que detrás de esa inquietante sonrisa disfrazada de dulzura, se escondía alguien muy diferente a lo que quería mostrar.

Los primeros meses las cosas fueron color de rosa para el jefe de la casa, pero el más joven nunca llegó a sentirse cómodo a pesar de los esfuerzos que se hacían para que las cosas funcionaran. Sin embargo, una noche las cosas fueron diferentes y una fuerte discusión se hizo presente en la pareja, la cual desembocó en una serie de eventos que se escuchaban hasta el cuarto del menor y que culminó en un fuerte rugido que no era de este mundo.

Luego de aquello, un trueno, seguido de un gran relámpago, causó un apagón en la casa que la dejó sumida en la oscuridad total. Tras el apagón, el niño buscó refugio en uno de los diferentes lugares que consideraba como un sitio seguro: debajo de su cama.

De repente, un lamento se escuchó en los pasillos y el sonido de un rechinido lo atemorizó aun más, tenía que salir de allí pero no podía hacerlo por el frente. Por fortuna, había pequeñas puertas secretas que daban acceso a unos conductos de aire, las cuales llevaban a diferentes partes de la casa. El pequeño salió de debajo de la cama y emprendió la aventura, pues tenía que llegar a donde estaba su padre con el fin de escapar de aquella infame señora.

Primero llegó al cuarto de lavado, pero no tenía ninguna puerta que lo mantuviera a salvo. En los pasillos se escuchaban pasos apresurados que se dirigían a donde él estaba, así que sin pensarlo corrió hacia la siguiente puerta que lo llevaría al armario de limpieza, allí estaría seguro al menos por un rato más.

Una vez que llegó al sitio, aseguró la puerta, pero de nuevo los pasos se escucharon y llegaron a donde se encontraba. El picaporte giró bruscamente, pero debido al seguro no se logró abrir, aunque eso no garantizaba que estaría a salvo para siempre, así que se dirigió al otro conducto para intentar pedir ayuda.

Al salir del túnel se dio cuenta que había llegado a la sala, en donde se apresuró a tomar el teléfono y llamó a emergencias. Por un momento miró a todos lados y notó que su padre no estaba, por lo que asumió que se hallaba en el despacho y algo malo le había pasado, su corazón latió rápidamente y su respiración se agitó. De nuevo, aquellos pasos se dirigían a su ubicación por lo que tuvo que soltar el altavoz y correr hacia la siguiente puerta. Tan pronto entró, una enorme garra lo sujetó del tobillo y el terror se apoderó del pequeño, pero pataleó con todas sus fuerzas hasta que finalmente aquella cosa lo soltó.

Rápidamente sus ojos se inundaron de lágrimas pues tenía mucho miedo, quería llegar con su papá, pero ni siquiera sabía en donde estaba con exactitud o si estaba bien. Por un instante recordó a su madre y los momentos en los que fue feliz con ella, eso le hizo ver que había un lugar en donde jamás le harían daño, el santuario donde jugaban a la princesa y el príncipe. De inmediato secó sus mejillas y se fue hacia aquel sitio que su padre llamaba: el cuarto seguro.

Desde el cuarto oculto se podía escuchar la dulce voz de su madrastra, quien repetía una y otra vez el nombre del chico, su apreciado hijastro al cual había cuidado por algún tiempo. Aunque parecía no haber ningún peligro, en realidad las bellas palabras eran una trampa para sacarlo de su escondite y así darle un final doloroso.

Parecía que todo estaba perdido pues no había otro lugar para esconderse, el pequeño abrazó con fuerza un conejo de peluche que encontró allí y que su madre le regaló durante la navidad antes del accidente, para esperar el horrible desenlace. De repente, el sonido de muchas sirenas se escuchó con intensidad, al fin, un esperanzador sonido que le devolvió la vida en ese momento se hizo presente, todo acabaría y esa mujer se marcharía para siempre.

Cuando el niño puso una de sus manos sobre el seguro de la puerta, un fuerte lo golpe lo hizo saltar en su lugar y se alejó de inmediato. Luego, un segundo y tercer golpe, el cual le hizo un agujero a la madera y así ese monstruo pudo echar una mirada al interior, aquella penetrante mirada le generó un escalofrío que le recorrió toda la espalda.

Mi amado hijo —susurró con una dulce voz— Esto no ha terminado, nuestro juego acaba de empezar —gruñó con furia— No descansaré hasta devorarme tu alma, justo como lo hice con tu patético padre.

La policía entró a la casa con rapidez y logró atisbar a una extraña criatura de cuatro patas, que tenía unas garras enormes con las que pudo dañar la puerta, para transmitir su última advertencia. Los hombres le dispararon por miedo, pero ninguno logró asestarle ni un solo tiro. Las luces se encendieron de pronto y no tardaron en sacar a la victima de su encierro, quien quedó con un profundo trauma que lo dejó con la mirada perdida, uno de los oficiales lo cargó en sus brazos y lo sacó de la casa para que lo atendieran.

El sargento a cargo entró al despacho del padre solo para toparse con una clásica escena, la cual había visto múltiples veces durante su carrera; el cuerpo yacía colgado en medio de la habitación y sin signos de violencia, la situación era clara por lo que no había nada más que investigar.

El menor estaba siendo atendido por los paramédicos, quienes hablaban entre ellos diciendo que la operadora había escuchado todo el alboroto y que gracias a eso la policía se movilizó. Entre los arbustos se podía mirar un par de ojos tenebrosos, que miraban a su pequeña presa desde lo lejos.

Cuentos Cortos Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora