Theodore creció y se volvió un médico.
Eligió el área de cirugía.
Amaba su trabajo.
Amaba ayudar y salvar.
Amaba que todo lo que hacía fuera apoyado por su padre y su hermano mayor.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver al hombre acostado en la cama.
No era la primera vez. Pero sería la última.
-Papá...
Alex y Christopher se giraron para ver al chico ingresar.
-Theo. Hijo.
Se acerco y se sentó al borde de la cama.
-Por qué no me llamaste?
-Estas trabajando.
Él negó con la cabeza.
-Nunca nada será más importante que tú.
A Alex se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Me he vuelto un viejo sentimental.
Theo solto una risita.
Y con eso las lágrimas empezaron a caer.
-Theo...
-Te amo, papá. Gracias por todo.
-Ven aquí.
Theo se subió en la cama y abrazó con cuidado a su padre.
-Eres el mejor hijo del mundo.
-Y tú el mejor papá.
-Theo...tu madre.
-Voy a desconectarla, papá.
Alex suspiró.
-Creí que ella iba a despertar.
-Yo también, papá. Pero lleva años durmiendo.
-No debí llegar tan tarde.
-No es tu culpa. Así lo quizo el destino.
Christopher los miró.
Regina, Reece y ahora Alex.
La puerta fue golpeada.
-Adelante.
Rachel y sus hijos.
-Alex...
Y Sara.
-Por qué están aquí?
-Vinimos junto a ti.
Theodore se hizo a un lado y se paró al lado de Christopher.
-Estas bien?
-Sí...creo.
Christopher levantó un brazo y abrazó a Theodore.
-Eres tan sentimentalista como tu madre.
-Lloraba mucho.
-Lastimosamente sí.
Demasiado.
Las horas pasaron y Alex dió su último suspiro.
Theodore fue a otra habitación con Christopher.
-Hola, mamá.
-Gema.
Christopher se acercó y acarició su pelo.
-Qué eras de mamá?