CAPITULO 2

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-En mi defensa me dejaste sin supervisión.

El doctor Carlisle, quien era la persona mas paciente que haya pisado la tierra, sonrió de lado ante lo dicho por la vampiro, parecía que su paciencia infinita se tambaleaba ante aquella chiquilla.

-Elizabeth, eres una adulta- recalcó con voz tranquila.

-Si, y tu me dejaste sin supervisión. - repitió con voz graciosa, dejando claro que solo bromeaba y que realmente no le estaba echando la culpa.

Emmet, quien se había estado conteniendo desde que la chica entro a la habitación, finalmente soltó una carcajada, recibiendo un manotazo de su esposa, quien susurro un "No es gracioso" entre dientes.

El patriarca de la familia le sonrió.

-Esta bien, ahora en serio- mirándola intensamente haciéndole saber que ya no bromeara. - Sigues rompiendo el tratado.

-Doc...

-Sé muy bien que tu nombre no está en el tratado, que no deseaste ser una Cullen. - la interrumpió antes de que ella dijera algo- Pero, los Quileutes han sido demasiado considerados y pacientes contigo, la paciencia se agota y la de ellos no es mucha, no queremos perderte.

Elizabeth sintió culpa, pese a que no era la primera vez que recibía una llamada de atención, supo de inmediato que esta vez sí había logrado enfadar a Carlisle, ya que antes sus sermones no pasaban de un "Por favor, pórtate bien" "Por favor, cuídate" "Por favor, no llames a Sam y a Paul perros rabiosos". Algo había cambiado, tal vez era cierto y la paciencia de Carlisle había llegado a su límite, no, era algo más podía sentirlo.

-Entraremos a la escuela, es eso- escucho su melodiosa voz cuando le respondió, lo miro y sus preciosos ojos parecían mas interesados en sus lodosas botas que en su cara, el sonido precioso de su voz removió algo dentro de ella que ni siquiera proceso bien lo que él le había dicho. - Entraremos a la escuela. - repitió.

Mierda.

Desvió la mirada e imagino una barrera alrededor de sus pensamientos, evitando así que aquel hermoso vampiro lector de almas pudiera verlos o escucharlos. Se sintió muy avergonzada, pero puso toda su fuerza de voluntad para no demostrar absolutamente nada, era una tarea fácil ya que desde que se había convertido en una bebedora de sangre, no poseía muchas de las características que conformaban al ser humano, una de ellas, su cuerpo no le provocaban sonrojos y gracias a ellos, el hombre a quien adoraba no sabia lo humillada que sentía al saber que él había leído sus pensamientos sobre su persona.

¿Saben que es lo peor de amar a alguien que no te quiere? Que esa persona lo sepa.

-A la escuela, ¿En serio? - pregunto burlona

Carlisle descruzo los brazos acercándose dos pasos a ella.

-Es para guardar las apariencias, las clases ya empezaron y hace un año que volvimos, la gente empieza a hablar- explicó. - Lo que me lleva al siguiente tema, tu dieta...

-No- espeto sabiendo a donde se dirigía. - No voy a beber sangre de venado, ardillas o lo que sea que beban ustedes. Es asqueroso.

Realmente no lo era, ya había probado un par de veces sin que ellos se enteraran, solo el hermoso vampiro de cabello cobrizo lo sabía, pues había leído su mente en un descuido y milagrosamente no había mencionado nada al respecto. Sin embargo, era algo espantoso lo débil que podía llegar a sentirse bebiendo solo sangre de animal, no le gustaba esa sensación, la sed y la satisfacción de sangre humana la hacia sentir poderosa, fuerte y olvidaba esa sensación de estar rota.

-Vamos, cariño, podrías intentarlo, aunque sea por un tiempo- pidió la matriarca de la familia acariciando uno de sus hombros, ella se había mantenido a su lado.

PASADO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora