El pitido del árbitro marcó el comienzo de la segunda mitad.
El encuentro continúo con una intensidad implacable. La segunda mitad transcurrió con una Argentina dominante en posesión, nuevamente.
El pecho del guardameta parecía comprimido bajo una presión invisible, como si una fuerza implacable estuviera estrujando su corazón. Cada inhalación se sentía dificultosa, arrastrada por una sensación de opresión que se intensificaba con el tiempo. Su respiración era entrecortada.
Sabía que su determinación era mucho más fuerte que cualquier cosa, pero eso no significaba que no estuviera asustado.
Minuto 64
El ruido ensordecedor de los aficionados, emocionados por el gol, hizo que Guillermo perdiera todo tipo de concentración. El estrépito de la multitud y el festejo de los hinchas argentinos reverberaban en sus oídos, perturbando su enfoque. A pesar de su esfuerzo por mantener la compostura, el impacto de la celebración rival se sentía como una avalancha sobre su mente, amenazando con desbordar su ya frágil equilibrio emocional.
— ¡¡GOOOOOOOOLLL, MESSIIIIIII, GOOOOOOOOOL!!!!
Guillermo observó con una mirada casi completamente perdida cómo aquel hombre, con una gran sonrisa de triunfo, corría directamente hacia su afición. Messi, seguido por sus compañeros, se sumergía en un torbellino de felicitaciones y abrazos, mientras la multitud estallaba en júbilo. La escena parecía alejarse de él en un desenfoque, el contraste entre la celebración argentina y su propio estado de abatimiento era abrumador. Cada gesto de triunfo de los rivales acentuaba la distancia entre su realidad y la de ellos, intensificando su sentimiento de desamparo en ese del partido.
Pero aún había fé, al partido le restaban 26 minutos, no todo estaba perdido
o al menos eso se decía Guillermo a si mismo para no perder la casi nula esperanza que le quedaba.
De fondo, podía apenas distinguir los gritos y los insultos de la afición mexicana, que se mezclaban con el estrépito de la celebración rival. Esos gritos y reproches se sentían como una presión adicional, una resonancia amarga que intensificaba la tensión en el campo y en su propio pecho.
"¡¡Pendejo!!"
"¡¡No sirves para nada!!"
"¡¡¡Pinche idiota, inservible!!!"
Se podía escuchar por parte de la hincha mexicana.
"Eres un bueno para nada, Guillermo. Eres la burla de todo México... Ya deja de empeñarte en enorgullecer a gente que ni siquiera te apoya."
Las palabras de Héctor Herrera rezonaron en su cabeza mientras el guardameta intentaba mantenerse firme.
El partido estaba apunto de terminar pero Guillermo conservaba su determinación.
En tan solo un cerrar de ojos, un segundo gol había entrado a la portería. La rapidez del gol y la contundencia del ataque dejaron a Guillermo sin tiempo para reaccionar.
— ¡¡GOOOOOOOOOLLL, GOOOOOLLL DE ENZO FERNANDEEEEEEEEEZ!!! —Gritaba el comentarista con una gran euforia
Nuevamente, los gritos de la afición rival inudaban todo el campo.
La mirada del guardameta se nubló por completo, y un zumbido aturdidor se apoderó de sus sentidos, como si el mundo se desvaneciera totalmente en ese mismo momento.
Mientras el tiempo se consumía y el marcador reflejaba la derrota inminente, Guillermo se quedó parado en su área, inmóvil, casi como si el peso de los dos goles y la presión de la derrota lo hubieran atrapado en un estado de congelación. El pitido final sonó, y el estadio estalló en júbilo argentino. La derrota de México era ahora un hecho consumado.
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𝓐𝓺𝓾𝓮𝓵𝓵𝓪 𝓝𝓸𝓬𝓱𝓮 𝓔𝓷 𝓠𝓪𝓽𝓪𝓻. | Mechoa (Messi x Ochoa)
Romance¿Acaso está mal? Las circunstancias, en su impredecible juego, nos traicionan sin piedad, al igual que los pensamientos y deseos, que a menudo revelan su propia deslealtad. Pero, ¿quién se erige en juez de lo que es correcto y lo que es erróneo?, ¿q...