( no voy a morir por amor pero tengo un cuerpo aquí para enterrar. )
Una Daella de catorce años, no podía dejar de moverse en su habitación. La había cagado y muy grande. Sabía que no debía retar a Aemond en una carrera a caballo. Ahora su hermano estaba herido por haberse caído y con el brazo roto. Aemond había tratado de calmarla con que todo saldría bien pero ambos sabían que no era así.
Su madre, la reina Alicent, tenía un favoritismo con Aemond y Helaena desde siempre. Aegon, si no fuese porque es un idiota que solo sabe beber y violar a las mujeres, pues es posible que le quisiera un poco. Pero, aún con lo buena hija y excelente princesa que es Daella, no era secreto para nadie que la reina odiaba a su hija menor por el parecido que tenía con la reina Aemma y por el favoritismo que tenía el rey con ella por ese detalle.
Ahora la peliblanca no podía dejar de pensar en las miles de cosas que su madre podría hacerle por esto. Sentía como se arrancaba los cabellos con sus puños y se quedaba sin uñas. Hubiese preferido escapar de la Fortaleza y dejar su vida a manos de los pueblerinos, así fuese que me tocase vivir como amante de lores o trabajando en las casas de placer.
Pero era tarde cuando la reina entró a su habitación.
—Su majestad, fue un accidente.—suplicó Daella casi con lágrimas bajando por los ojos.
—Es que no lo entiendo Daella,—comenzó a decir la reina mientras se acercaba a ella.—Te he dado todo en esta vida y mira como me lo pagas, siendo una salvaje. Ningún hombre querrá casarse contigo si sigues siendo así.—Daella sintió como su madre le agarró el cabello con fuerza y le obligaba a verle.—Y ahora tu hermano, que bien entusiasmado estaba de estar en el Torneo por su día del nombre, tendrá que quedarse viendo desde el balcón porque eres una estúpida.
—Majestad perdón en serio.—comenzó a decir la menor con lágrimas en los ojos.—No sabíamos que iba a pasar. Aemond es tan buen jinete que nadie se lo esperó. Es la verdad. Por favor, no me castigue.
Alicent lanzó a su hija al suelo y se llevó una mano a la cara, frustrada.
—Sabes que las acciones tienen consecuencias, Daella.—la peliblanca ni se atrevió a levantar la mirada, sino que se quedó mirando el suelo cada que pudo.—Irás a la Torre.—dijo la reina antes de salir de la habitación de la menor.
Daella se levantó corriendo tras su madre.—Majestad no, por favor se lo suplico. Haré lo que sea, en serio.—Pero era tarde cuando Sir. Criston Cole le agarró por el codo.—Madre, por favor, te lo suplico, como tu hija.—Daella no pudo evitar dejar caer las lágrimas por sus ojos en desesperación.
Cole dejó ir a la peliblanca cuando vió a la reina acercarse con rapidez. Antes de darse cuenta, su madre le pegó una cachetada que la dejó en el suelo.
—Que sea la última vez que me llores por una idiotez, y la última que me digas madre. Yo no soy tu madre, espero que lo tengas claro.—Daella no supo qué decir. No era la primera vez que la reina le pegaba, y sabía que no sería la última.—Sir. Cole, por favor llévela a la Torre.
Luego de esa declaración, la reina se fue y con ellas las esperanzas de Daella. Ahora en los pasillos del castillo solo se escuchaban las súplicas de Daella de no ser enviada a la Torre.
La Torre era un espacio en la punta más alta en el castillo tan pequeño y sin ventanas que apenas entraba Daella de pie. Su madre solía enviarla ahí por muchas razones, o simplemente cuando estaba molesta con alguien y quería desquitarse. Gracias a eso, Daella había desarrollado un pánico a la oscuridad y los espacios pequeños pero, por más que le suplicara a Criston Cole que la dejara ir, su destino estaba escrito.
Hasta que vió a su esperanza cruzar por uno de los pasillos del castillo.
—Jace.—susurró levemente sin poder creerlo. ¿Qué hacía su sobrino en el castillo? Se suponía que estaba en Dragonstone con su familia. ¿Acaso la familia de Rhaenyra estaba acá?—¡Jace! ¡Ayúdame! ¡Jacaerys!
Pero era inútil, Jace estaba tan lejos que no la escuchaba. Y ahí quedaron sus esperanzas.
—Aceptalo Daella, nadie vendrá por ti.—le dijo Cole mientras la arrastraba a la celda.
Daella, una vez vió las puertas de la Torre, comenzó a hiperventilar. No quería ir a ese lugar pequeño sin circulación de aire. Necesitaba salir de acá y respirar aire fresco. Solo sintió como la empujaron al pequeño espacio y cerraron tras ella la puerta. Daella se volteó y golpeó la puerta con fuerza.
—¡Saquenme de aquí! ¡Por favor! No puedo respirar. ¡Ayuda!—Daella se arrodilló frente a la puerta mientras soltaba lágrimas.—Por favor.—suplicó a lo bajo.—Prometo ser buena.
Pero era inútil, nadie la escuchaba. Nadie iría por ella. Así que, como siempre, se rindió y trató de buscar una forma de respirar por el escape de aire de abajo la puerta.
Daella quería morirse ahí mismo. Estaba sobreviviendo en el espacio sentía como casi iba perdiendo el conocimiento, hasta que escuchó pasos cerca. Nadie solía venir a estas horas a la Torre. Siempre la buscaban en la mañana.
Hasta que abrieron la puerta y, aún arrodillada en el piso, Daella sintió que respiraba nuevamente mientras alguien se arrodillaba frente a ella.
—¡Jace!—dijo la peliblanca llorando de alegría y no pudo evitar abrazarle con fuerzas.—Si viniste.
Jace, de quince años, abrazó a su tía sin entender lo que pasaba. Había escuchado sus gritos de auxilio y fue corriendo a donde Helaena para pedirle explicaciones. Así que, cuando supo todo, no dudó en venir a rescatar a la menor de los Targaryen.
—Tranquila Dae, siempre vendré por ti.—le dijo al oído mientras le respondía al abrazo.—Siempre.
Y, esa noche, fue la primera de muchas en donde Jace fue a su rescate.
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Ya'aburnee ─── a Jacaerys Velaryon fanfic
Fanfiction▏ ִ ۫ En donde Daella Targaryen prefería tirarse del último piso de la fortaleza antes de seguir con la vida que su madre, la reina Alicent, le tenía predestinada hasta que conoce a Jacaerys Velaryon y se da cuenta que hay razones por las cuales pel...