Nona Beaumont - Yo no me presento; me exhibo.

300 42 18
                                    

Leer el texto junto a la canción elegida. 


Son las cuatro de la madrugada y mis pensamientos vuelan de un lado a otro como colmena. No puedo conciliar el sueño debido a las imágenes de días pasados que se marcharon, alejando para siempre la esperanza de una vida normal.

Soy una persona a la que han herido demasiado. Cada parte de mí es un fragmento destrozado por el dolor y cada uno de mis recuerdos ha sido manchado, perturbando así mis más profundas ensoñaciones.

Podría decirse que jamás conocí el amor, así como me fue imposible conocer la seguridad de un núcleo cálido. Sé que muchos comprenderán mis palabras, pues esta historia llena de decepción se ha repetido de forma constante sin que se pudiera hacer nada por evitarlo. La mayoría de aquellos golpes que sorteamos sin siquiera haber tenido experiencia fueron hechos cuando la conciencia, a la par que el cuerpo, eran demasiado débiles, menudos e incapaces de autodefensa o protección alguna.

Pero ¿por qué estoy diciendo todo esto? No lo sé... estoy despierta, eso es lo único que puedo asegurar. Jamás lo había estado hasta ahora, cuando la bruma de la ingenuidad se ha desvanecido y en su lugar, se ha extendido ante mis ojos un inmenso páramo repleto de sombras grotescas que acechan en los rincones, mostrando retazos del odioso pasado que no quiero recordar más.


Después de todo, la vida se resume en soltarlo todo, pero aprender a resignarse duele demasiado, y lo cierto es que prefiero que se me reconozca como masoquista a que me recuerden por mi fragilidad. Las heridas que brotan de mis labios no se borran jamás, las llagas siguen sangrando, los ojos lloran sin encontrar alivio y algo dentro de mí susurra con voz cada vez más débil que debe haber una razón para todo esto, que el final llegará pronto, que la sonrisa brotará de forma espontánea y que los recuerdos se esfumarán para siempre.

Pero en lo profundo de mi ser conozco la verdad.


Somos como mapas diminutos que siguen un camino cada vez más serpenteante y torcido, inventando nuevos recorridos cuando el plan no funciona como lo teníamos contemplado. Mapas que nunca llegan a ninguna parte, trazando solo desolación en este espacio infinito.

Pero ¿qué diablos estoy diciendo? Tú conoces bien este sentirse vacío, esta ansiedad, este pánico... Tú, que vives dentro de este mar de lágrimas, sin cobijo ni consuelo, absurdo... nuestras existencias son meras simulaciones, un teatro cuya historia no sirve de nada si no hay ante él la mirada expectante que le dé vida. Sin mérito, sin enseñanza alguna. Nuestras vidas corren ignoradas, alienadas a lo estructurado, corrompidas por la miseria.

Yo he pecado por este dolor que ahoga mi espíritu, que invalida a mi alma.

Ahora solo quiero sumergirme en la sangre que he derramado con el correr de los días. La sal de mis lágrimas anhelo beber. Recorrer esa senda y pisotear mis cadáveres que vuelvo a sostener para besar mis tragedias. ¡Oh, sí! Derramar mis órganos sobre mis pulcras zapatillas de charol, lamer la piel pútrida y succionar mis venas. Quiero ser grotesca. Deseo manchar mi rostro con el color de la insensibilidad y de esa manera ocultar las lágrimas que no hacen más que avergonzarme, porque nunca me sirvieron para otra cosa que la humillación.

Tantas veces atrás he visto en sueños el mismo cadáver infantil que yace en el césped, reconozco la piel pálida y los ojos bien abiertos, los labios entumecidos y las ojeras pronunciadas. Rota sobre el césped que simula una moqueta húmeda y brillante. Hasta que los árboles comienzan a balancearse de formas aterradoras, incendiándose ante mis ojos para convertirse en una gigantesca serpiente que penetra en ella, con toda su pútrida y asquerosa esencia. Sin embargo no me daña más, ya que pronto volverá a caer en el olvido. 

Aunque, yo sé que ese cuerpo ajado me pertenece. Sí, sí... no me tengas lástima, sé bien que morí cuando apenas comenzaba mi vida...

Cartas a ti, lectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora