Tú vomitaste sobre la nieve impoluta. Vomitaste la asquerosa esencia de tu humanidad, inundado de vacío y rencor el alma de la portadora.
Tú colgaste tu estandarte sobre la tierra fértil que jamás había sido descubierta.
Tú lograste penetrar el campo vibrante del bosque encantado antes que ninguno y configuraste en la portadora una grabación de miedo y vacío. Reprogramaste cada partícula de su sistema para que imitara al olvido. Pero el chip falló... la portadora lo recordó.
Tú vigilaste la memoria, tú cogiste una flor encantada y se la ofreciste. De tu mano "cándida" se desprendieron los cabellos castaños, al tiempo que la náusea se apoderaba de mi bien amada.
El bosque se prendió en llamas. Los animalillos exhalaron sus últimos suspiros mientras que la fuente inacabable de asombro terminó por sucumbir al abismo y se secó.
Los árboles de la pureza se redujeron a cenizas. Y el fuego quemaba. ¡Oh, ¡y el fuego dolía!
La sensación de decoro comenzó a desvanecerse con lentitud mientras las llamas sucumbían en una vorágine de sentimientos, tan crueles como confusos. Una verdad se abrió ante ella como las aguas del mar muerto por el que su alma atravesó, perdiéndose en los abismos insondables del resentimiento.
La serpiente se detuvo un instante a contemplar su obra. Escupió una vez más a la luciérnaga que, de ahí en adelante, no volvió a resplandecer en las noches serenas. La llamarada la cegó para siempre, corrompió su esencia, borró la bondad que habitaba en ella y la redujo a un muñeco desagradable, insondable y asqueroso.
No hubo más vida en el bosque encantado. Las cenizas terminaron por viajar de un rincón a otro, pregonando la herida cruel que jamás lograría sanar. Las aguas del asombro jamás brotaron de la tierra bañada en sangre.
El bosque encantado se transformó en desierto.
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Cartas a ti, lector
SachbücherTres plumas distintas dentro de un mismo cuerpo. Un alma dividida por la vida, haciendo arcilla de las tragedias. Seres que exploran y enloquecen la mente de la "portadora", fragmentando cada palmo de su espectro. Sé bienvenido al trastorno...