35| Rojo.

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Flynn


Hablé con Sienna por mensaje los últimos días, hasta que finalmente pactamos un encuentro en mi casa, lejos de paparazzis, fotografías y demás. No sé si estaba haciendo las cosas bien, pero entendí que para recuperar a Sylvie tenía que aclarar las cosas con Sienna. Pero, ¿Que tan fácil sería eso?

Sonó el timbre y carraspeé nervioso, arregle mi ropa y finalmente abrí con una sonrisa correcta. Tenía un vestido negro que resaltaba con sus grandes rizos, era una mujer realmente hermosa y yo no podía negarlo.

— Permiso — sonrió y levantó la botella de vino — Traje algo para pasar el rato.

— Suena bien.

Vino. Viñedo. Sylvie trabaja en un viñedo.

— Tu casa es enorme — aludió mirando a su alrededor — Es casi una locura que una sola persona viva aquí.

Bueno... En realidad...

— Te entiendo igual — continuó ante mi falta de respuesta — Mi casa es igual de grande, y no me siento sola, disfruto de la soledad en un ámbito tan grande. Vivo en New Jersey, quizás algún día me visites.

Tomé dos copas y las apoyé en la mesa frente al sillón, me senté y le indiqué que tome asiento a mi lado. Ella se sentó y me sonrió.

— Me sorprendió cuando me escribiste, no pensé que lo harías tan pronto — hizo una pausa — Para ser sincera, no pensé que me escribirías en lo absoluto.

— ¿Por qué? — pregunté abriendo la botella y sirviendo el líquido en ambas copas.

Ella se recostó sobre el respaldo y suspiró.

— Yo no soy tímida, Flynn, no tengo pudor cuando alguien me interesa. Parece ser lo contrario a lo que eres tú, siempre fuiste muy reservado desde que nos conocimos y esa noche... Es irónico decir que el alcohol me mostró otra parte de ti.

Me ruboricé y odié ser tan vulnerable— Estábamos en el trabajo. Siempre fue un trabajo, en realidad, me mantenía profesional supongo.

— Supones, ¿Eh? — dijo llevando la copa a sus labios.

Vamos Flynn, me dije a mi mismo. Deja de jugar y dile lo que tienes que decir para terminar esta estupidez.

— Quería que hablemos sobre algo, porque creo que no sabes todo sobre mi. Bueno, yo tampoco sé lo suficiente de ti así que... — ¿Por qué me ponía nervioso? — Hay algo importante que no te dije y que me está comiendo la conciencia.

Se acercó a mi aún más, ahora estábamos pegados frente a frente. Su mano se deslizó por mi rodilla.

— Claro, dime lo que quieras, no creo que nada sea tan terrible como para horrorizarme.

Intenté, delicadamente, quitar su mano de mi pierna porque eso me estaba poniendo muy nervioso

— Sienna nosotros no podemos porque...

Mis palabras tropezaron con sus labios, ¡Ella me estaba besando y yo no la estaba deteniendo!.
Mis ojos se abrieron de par en par para encontrarme con sus facciones tranquilas y relajadas ante el tacto, no lo entendía, esto no tenía ningún tipo de sentido.

Pero era débil, y mierda, odiaba ser tan débil. Ella se subió sobre mi regazo, sus dos piernas quedaron en ambos extremos de mi cintura. Cerré los ojos y cuando los volví a abrir ya no ví a Sienna, ví a Sylvie.

El deseo de semanas sin tenerla de forma íntima hizo que mi cuerpo reaccione inmediatamente.

— No te conté gas — murmuró — No necesito eso ahora mismo.

Sabía que esto estaba mal, sabía la cantidad de reglas que me estaba saltando. Pero mi cuerpo fue más fuerte, y por primera vez en mucho tiempo no pensé con mi cerebro.

Tomé a Sienna de los muslos y la lancé al otro extremo del sillón, esta vez invertimos posiciones y yo quedé encima de ella, tome sus manos y las puse sobre su cabeza, inmovilizandola.

Y todo, absolutamente todo se volvió rojo.

La segunda opción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora