Fotografías

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Levanto mis caderas con el click de la cámara. Camino hacia la lente, poso para ella, pero miro a la persona quien sostiene el frío aparato. Muerdo mi boca, toco mi cuerpo y saco la lengua lentamente para que solo ese alguien pueda entender que lo que hago no lo hago por mí, sino por los ojos que me observan. Me arrodillo y abro y cierro; gateo hacia atrás y hacia adelante, sin que el flash toque mi rostro. Deslizo mis prendas hacia abajo, sonrojando y moviendo mis labios. Algunas quedan a medio camino, jugando con el desconcierto de la persona.

"Bájalo", ordena.

Lo bajo, todo lo bajo. La ropa, el pudor, los celos y la moral, todo lo bajo con gusto. Camino cruzando las piernas, aguantando las ganas de consolar mi tambaleo y hormigueo. Acerco mi torso a la cámara, agacho mi cara y beso la lente. Me alejo, sonrió, tiemblo de nuevo. Me siento, espero y espero. Las fotografías llueven y ahora lo que más muevo son mis expresiones. Gimo a través de mis gestos, del movimiento de mis manos, de los largos recorridos de las yemas de mis dedos. La cámara no hace más que acercarse, encender con su luz la lujuria.

"Apóyate en la mesa", dice aún con la cámara entre las manos.

Gateo hasta la mesa. Escucho cómo las fotografías incrementan, cómo a veces toca mi cuerpos con sus uñas. Llego y me inclino, la piel se eriza al contacto del metal frío de la mesa. Dos manos atrapan mis brazos, veo la cámara a mi lado.

Ahora las fotografías son auditivas.

Insomnio Y Café: Relatos Eróticos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora