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Seis semanas después, Anahí se estaba dando un baño en el apartamento de Manhattan de Alfonso. El último contrato de la costa este los había tenido a todos muy ocupados, ya que el cliente exigía ciertos requisitos antes de firmar. Había tenido que viajar dos veces a Nueva York y, aunque no le importaba volar con una aerolínea comercial, Alfonso había insistido en que usara su avión privado.

De hecho, viajó con ella con la excusa de que debía encargarse personalmente de ciertos negocios, aunque lo podía haber solucionado con una llamada telefónica o por medio de Simon, el director de desarrollo comercial.

Mientras se bañada, se sonrojó al recordar lo que habían hecho en el avión. Desde que volvió, Alfonso se había mostrado mucho más accesible y atento. Si bien aún se dejaba llevar mucho por el trabajo, se había vuelto mucho menos evasivo, y estaban pasando más tiempo juntos. Tanto que ella apenas dormía en su apartamento, algo que él mencionaba cada vez que se despertaba con ella en su cama.

Lo que pasó en el último vuelo a Nueva York, aún hacía que Anahí se ruborizara con sólo pensarlo.
Últimamente se había mostrado inusualmente agresivo, cosa que a ella le gustaba, pero lo cierto es que esta vez había sido ella la instigadora. Nada más subir al avión, Alfonso había enterrado su cabeza en documentos, alternando entre el teléfono y el portátil. El nuevo cliente era un importante proveedor ruso y quería asegurarse de que todo estuviera en orden.

Cuando llevaban un par de horas volando, Anahí se arrojó al suelo y se acercó gateando. Alfonso no se enteró de nada hasta que sintió un ligero roce en las piernas. Mirando hacia abajo, vio su traviesa sonrisa mientras deslizaba sus manos por dentro de los pantalones y le arañaba las piernas.

Recostándose en el respaldo, observó sus manos trabajando la hebilla del cinturón. Tras bajarle la bragueta, él levantó las caderas para liberar su gloriosa verga, que saltó como un resorte. Anahí aún no podía creer que fuera en plan comando, y se preguntó si llevaría algo en invierno.

Después de escupirse la palma, le dedicó su mirada más seductora y empezó a mover la mano arriba y abajo por su polla. Como se consideraba mucho más inexperta que él, dada la diferencia de edad, se había informado sobre cómo dar mamadas y quería probar algo nuevo. Hasta ese momento, él había sido su profesor, pero ahora esperaba ser ella la que le mostrara algo nuevo. Le besó la ingle y lamió la base de su empalme, mientras él se deslizaba hacia abajo para darle mejor acceso.

Agarrando los cojones con la palma de la mano, los sujetó contra la polla y apretó suavemente antes de empezar a aplicar un movimiento ascendente y descendente. Cada vez que subía, presionaba un poco con la palma de la mano para masajear al mismo tiempo. Alfonso apoyó la cabeza contra el asiento y cerró los ojos. Anahí sonrió al verlo tensar las manos con cada movimiento ascendente.

Inclinándose, sopló sobre la punta y la lamió como si fuera un chupa-chups. Tras trazar círculos con la lengua, se la metió en la boca y presionó su base con los labios. Su gemido de aprobación la animó a continuar y siguió restregando su mano hacia arriba y hacia abajo.

Cada vez que su mano bajaba, la seguía con la boca, y ambas se juntaban en la base, para volver a subir después. Cuanto más se acercaba a la punta, más presión ejercía con el labio inferior, masajeando los puntos más sensibles con la boca. Los gemidos de Alfonso aumentaron y ella sintió como se tensaba su cuerpo. Aumentando la presión de la mano, chupó con más fuerza y él comenzó a gruñir disfrutando de la intensidad.

Al subir, le raspó la verga con los dientes y él se arqueó contra su boca. No esperaba que se corriera tan pronto, por lo que aceleró sus movimientos y succionó más fuerte. Manteniendo la presión de su boca, siguió mamando hasta que lo vació entero.

*****

Al intentar sentarse sobre sus talones, su cabeza chocó con algo duro. Tiritando, Anahí se dio cuenta de que aún estaba en la bañera. Fue sólo un sueño. Quitando el tapón, vació un poco de agua fría antes de echar más caliente, aún no dispuesta a salir del baño.

Tomó una toallita y comenzó a restregársela por los brazos, disfrutando de la ligera fricción sobre su piel. Arqueando la espalda, la pasó sobre sus senos, prestando especial atención a los pezones, que estaban erectos por la excitación. Cerrando los ojos, Anahí regresó a su fantasía en el avión, a la vez que sumergía el paño bajo el agua y acariciaba su vientre con lentos movimientos circulares.

Alfonso se incorporó y se inclinó hacia Anahí, que estaba sentada en el suelo con una expresión de orgullo en el rostro.
-Alguien ha aprendido un truco nuevo- dijo, y ella se lamió los labios. Asintiendo con la cabeza, no pudo evitar sonreír, al ver cómo él la miraba como preguntándose dónde habría aprendido aquello.
-Internet es un recurso alucinante para encontrar todo tipo de información- le dijo, aún sonriendo.
-Lo es- respondió él, y el piloto anunció que faltaba poco para aterrizar.

Mientras Anahí se pasaba la toallita por el interior de sus piernas, se preguntó qué habría pasado si hubiesen tenido más tiempo. Levantando el paño, se lo puso en el cuello y empezó a imaginarse otro final para el vuelo.

Alfonso la atrajo hacia sí y la besó en los labios. El sabor de la corrida permanecía en su boca, y ambos gimieron mientras jugaban con sus lenguas. Sujetándola firmemente contra él, deslizó una mano por todo su cuerpo de forma posesiva, mientras Anahí temblaba con el roce. La giró e hizo que se inclinara sobre un asiento, y le levantó la falda hasta la cintura. No pudo resistirse a darle una cachetada en las nalgas. Anahí chilló, y el olor de su excitación llegó hasta él, que lanzó una risotada.

-Parece que la dama protesta demasiado- citó, atizándole de nuevo.

Las manos de Anahí recorrieron todo su cuerpo a la vez que se retorcía en la bañera. Restregándose el paño por el coño, se separó el monte de Venus con los dedos y se frotó el interior con la toallita.
Al encontrar el clítoris, lo empujó con un dedo mientras seguía restregándose.

Metiendo sus manos por dentro de la blusa, Alfonso le sacó los pechos del sostén y los masajeó con ímpetu. Gimiendo, Anahí se agarró al respaldo del asiento, perdida en las sensaciones que él le provocaba. Él le cogió los pezones con los dedos, y comenzó a alternar entre roces y pellizcos.
Sentándose detrás de ella, movió el tanga a un lado y se detuvo a contemplar la vista. Estaba adorable, allí arrodillada y tan expuesta, y le encantaban las marcas que le había dejado en las nalgas. Presionando los labios contra su culo, lo besó ligeramente antes de darle un mordisco. El aullido de Anahí pronto se transformó en un gemido al sentir su lengua lamiendo su húmedo coño. Sus gemidos se hicieron más fuertes y abrió más las piernas.

Apretando su lengua contra la vagina, se sorprendió de lo mojada que estaba, y continuó lamiendo sus jugos. Le introdujo dos dedos con facilidad, y ella movió sus caderas. Los dos dedos pasaron a ser tres, y pronto encontró un ritmo que se ajustaba a los gemidos de Anahí.

Arqueando la espalda, ella respondió a sus embestidas y sintió que llegaba al orgasmo. Alfonso aceleró el movimiento de su mano, reconociendo la señal delatora al sentir sus músculos contrayéndose alrededor de sus dedos.
Alternando la velocidad, pasó de acometidas largas y lentas a cortas y más rápidas, golpeando con firmeza su enrojecido trasero. Anahí se corrió gritando su nombre.

Con los ojos cerrados, Anahí aceleró su roce sobre el clítoris a la vez que restregaba el paño por el interior de su coño. Al sentir el orgasmo cerca, se pellizcó el clítoris y frotó más rápido. Con un fuerte gemido arqueó la espalda dejando que el placer sacudiera todo su cuerpo. Y continuó restregando la toallita por toda su piel.

Suspirando, se estiró en el agua tibia, antes de ponerse de pie. Quitó el tapón y se envolvió en una toalla. Se miró en el espejo fijándose en su piel sonrojada y sonrió. Echaba de menos a Alfonso, que estaba en Rusia para tratar directamente con el cliente, y que no iba a volver hasta la semana siguiente.

La Amante Inocente Del Millonario | Anahí y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora