Capítulo 11

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Estacioné cerca de la salida del estacionamiento, a un lado del edificio, para mirar por unos segundos al carro negro estacionado al frente.

Le hice unas señas sutiles para mirar a Akaashi y Kentaro prácticamente dormidos.

Se ven lindos...

Mi mano viajó a la mejilla del omega, ofreciéndole una leve caricia con los nudillos.

- Akaashi - llamé suave - Ya llegamos...

Alzó un poco la cabeza para asentir débilmente.

Se ve muy agotado.

- No se preocupen - comenté, revisando las maletas detrás - me encargaré.

Apagué el vehículo y guardé mis llaves en el bolsillo para bajar.
Crucé con rapidez a la puerta del copiloto para ponerme ambas maletas en un hombro respectivamente. Luego, abrí la puerta del copiloto para notar al omega intentar mantenerse despierto.

- Voy...

- No, tranquilo - le ofrecí una sonrisa para agacharme - Solo guíame una vez estemos dentro.

Me miró confuso, más amplíe mi sonrisa para actuar rápidamente.

- B-Bokuto...

Me alcé con el omega y el pequeño, logrando ver sus ojos abrirse un poco más con sorpresa.

- Cierra los ojos, hay mucho sol - recomendé divertido - Debes comer más, 'Kaashi, estás liviano.

Bromeé al ver su expresión aún atónita por la situación.

Pero no es mentira.
Akaashi es liviano a pesar de su tamaño y musculatura, ¿Ha estado comiendo bien? Imagino que no.

Cerré la puerta con la pierna para apoyarme un momento del vehículo y lograr asegurar la alarma.

- Listo - celebré con una pequeña risa - Vamos, chicos.

Akaashi me observa con un gran sonrojo, mientras Kentaro está durmiendo plácidamente abrazando al peluche entre sus brazos.

Miré el auto negro unos segundos para sonreír ladino y caminé con seguridad hasta el edificio.

Volteé para abrir la puerta con la espalda, empujando para ingresar.

- Buenos días - saludé al recepcionista -

- Buenos... - me miró sorprendido - días...

Le sonreí para mirar curioso su postura.

Este es otro recepcionista, es el que atiende durante el día tengo entendido. Es más animado que el otro sujeto que me atendió la otra noche.

Bajé la mirada a sus manos para encontrarlas vendadas con un olorsito a bebé, o más bien a paños hipoalergénicos.
Siempre lo tiene así, supongo que debe ser alguien que odia ensuciarse, se ve siempre pulcro.

Llamé al ascensor para ingresar y mirar el panel de números.

- El 5 - susurró antes de poder preguntar, a lo que asentí sonriente para marcar - Te ves contento, alfa...

Bajé la mirada a sus orbes mirándome con diversión.

-Lo estoy - confesé - Los estoy ayudando.

- Lo hace siempre - aseguró - ¿Qué hay de diferente?

- Que no es como oficial - adoro ese sonrojo aparecer en sus mejillas - sino como tu alfa.

Es primera vez que lo ayudo personalmente fuera de mi trabajo. No puedo mentir que estoy algo nervioso y eufórico.

LavandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora