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Conforme los días avanzaban, Bella notaba los cambios en su cuarto y en su entorno. Poco a poco, las paredes quedaron sin decoración alguna; todos sus posters estaban enrollados en una caja lista para ser enviada a tierra inglesa. 

Entre más tiempo pasaba, más parecía aferrarse a Nueva York. Con frecuencia la misma pregunta rondaba por su cabeza ¿Qué podía haber en Liverpool que no se encontrara en Manhattan?  Allí estaba toda su vida. Había vivido toda su existencia en la misma casa, del mismo vecindario, del mismo lugar. 

La única vez que en verdad había considerado mudarse fue un día soleado de verano, cuando de paseo con sus amigas encontró por casualidad una encantadora casa en venta en Cornelia Street. Había quedado fascinada con la vivienda, tanto que se propuso vivir allí una vez que fuese adulta. 

De vuelta en el presente, contemplaba como sus cosas eran acarreadas por los empleados de la compañía de mudanza hacia un camión. Si una mudanza convencional era tediosa, este cambio de vivienda transatlántico traía muchos más inconvenientes. Ejemplo número uno, que el camión llevaría las cosas al puerto, donde se enviarían a Inglaterra y finalmente otro camión las trasladaría a la casa nueva. Este proceso tardaría aproximadamente una semana, la misma semana que le restaba en Estados Unidos. 

Así, planeaba aprovechar sus últimos siete días en casa como se debe, empezando con pasar tiempo con sus amigas. 

—¡Bella! —La llamó una voz conocida en los pasillos de su escuela. Su mejor amiga, Jackie se acercaba a ella a gran velocidad. 

—Oh, hola Jackie. Justo te estaba buscando. 

—Menos mal, porque ni creas que me separaré de ti en estos días. 

La rubia sonrió con melancolía ante lo dicho por la azabache.

—Ni me lo recuerdes, Jackie. 

—¡Es que no es justo, Bella! Primero Sharon, ahora tú. ¿Qué acaso todo el grupo se va a mudar?

—No exageres. Las dos sabemos que Sharon debía volver a Texas. 

—Sí, supongo. —Repuso Jackie no muy convencida. —Cómo sea. ¿A que no adivinas quién me preguntó por ti? ¡Tommy!

Arabella arrugó la nariz. 

—¿Thomas Jones? —Al ver el asentimiento de su amiga, dejó salir un suspiro. —Jackie, por favor dile a Thomas que no me encuentro interesada en salir con él. 

—Vamos, Bells. Tienes diecisiete y no has tenido novio. ¿Qué estás esperando?

—Ninguno cumple con mis estándares, Jackie. 

—¿Y cuáles son tus estándares? ¿El chico montado a caballo, vestido de príncipe que te va a sacar de la torre? —Preguntó la otra con un deje de mofa en la voz, esto lejos de sacarle una risa la molestó un poco. 

—Yo sabré cuando esté lista. Ya sabes como soy con los zapatos, y ellos solo van en mis pies así que... —Dejó la explicación al aire, esperando que la conversación tomara otro rumbo. Jaqueline rodó los ojos. 

—A veces eres demasiado aburrida, Ara. 

—Recordé que debo hacer algo... Nos vemos luego. —Y sin darle oportunidad de replicar, Arabella se alejó rápidamente de ahí. 

Quería a Jaqueline, en serio. Habían coincidido en escuela y clase desde el preescolar, pero aún no acababan de entenderse del todo. Era su amiga, seguramente la más cercana. Y aún así, no se sentía completamente cómoda con ella. Últimamente Jaqueline parecía más preocupada por los muchachos, las fiestas y el estatus social. Esto último sí era del interés de Bella, por algo era la abeja reina del lugar. Sin embargo, no quería mantenerse en la cima gracias a cuántos chicos del equipo de básquetbol de la escuela hubiese besado. 

Se descubrió a sí misma deambulando en los ya desiertos pasillos de la escuela. Pensó en quién podía acompañarla. Jackie no era opción, Sharon se mudó antes de iniciar el semestre y no confiaba lo suficiente en nadie más, aunque todos sabían que cualquier estudiante de la preparatoria Royal Hills hubiera matado por sentarse a charlar con Arabella Campbell. 

En lugar de eso, decidió ir a la sala de música. Sonrió amargamente, pues en esa misma sala iba a ser su audición para Capitol Records. Audición que nunca iba a llegar, ya había llamado para cancelarla con todo el dolor de su corazón. 

Con paso firme, subió al escenario. De repente se imaginó a un público enorme, todos expectantes al gran show que iba a ofrecer. Un reflector la iluminaría, un precioso vestido color lila se ajustaba a su figura y se soltaba a partir de la cintura. 

"And he says, our song is the slamming screen door 

Sneakin' out late, tapping on your window

When we're on the phone, and you talk real slow

'Cause it's late, and your mama don't know"

Aterrizó de golpe en la realidad, donde no tenía público, menos audición. 

—Más vale que esta mudanza no sea un fiasco. —Murmuró para sí misma, esperando que además de una nueva oportunidad en la industria de la música, también pudiera hacer amigos de verdad allá. 

𝐒𝐭𝐚𝐫𝐠𝐢𝐫𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora