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La aventura tuvo sus altibajos.

Al principio estaba nerviosa. Muy nerviosa. Acostumbrada a la seguridad de los muros de su ciudad, se vio obligada a emprender el camino sin nada más que lo que quedaba de sus padres fallecidos.

Le tomó dos inviernos sentirse cómoda viajando y meses descubrir muchos de sus pros y sus contras.

Descansar en un bosque o en un valle le permitía contemplar el océano de estrellas que había en lo alto, lo que siempre le provocaba asombro y mirada.

A veces, incluso deseaba tener compañía para disfrutar de esa maravillosa vista.

Eso la lleva al primer down: la soledad. Estar sola con sus propios pensamientos durante períodos prolongados nunca fue agradable, pero no es como si pudiera confiar en alguien a primera vista.

Cualquier ser humano o de otra raza que conociera siempre podría acabar siendo atacado, traicionado o robado. Ella experimentó todas esas cosas, cosas que la endurecieron y le abrieron los ojos al mundo aún desconocido que la rodeaba.

Otro inconveniente eran las muchas noches de insomnio que tenía y que tiene que pasar durante los viajes. No es como si pudiera simplemente cerrar los ojos y rezar para que ningún lobo, gigante o bandido afortunado se acerque a su campamento y a su cuerpo dormido.

Así que, para descansar, lo máximo que podía hacer era sentarse y descansar. Solo podía permitirse el lujo de dormirse cuando su campamento estaba situado en un lugar muy seguro o cuando estaba dentro de una posada.

Con el tiempo y las pruebas, se fue acostumbrando a todas esas cosas, a todos los altibajos, a lo repetitivo y a veces hasta inútil que parecía todo.

Y luego, durante otra inmersión en una antigua, milenaria tumba... se topó con el no-muerto más tonto que existe.

El propio Leónidas.

La mejor manera que Aurelia puede describir al hombre es como un " rayo de sol "... Golpeándola directamente en la cara, con toda su fuerza, mientras ella intenta dormir.

Y por más que se dé la vuelta o se cubra la cara, el rayo de luz sigue ahí. Constantemente. Solo para fastidiarla.

Si su cabello no fuera ya de un tono plateado, entonces temería que Leonidas lo hubiera vuelto así al cabo de una semana de estar cerca de ella.

Aunque… no podía enojarse con él. O incluso odiarlo por lo que es.

Él debería ser su némesis. Un no-muerto al que ella pudiera matar... Sin embargo, algo la obligó a detenerse, y qué maravillosa elección fue esa.

Puede que sea molesto, pero ella nunca lo reemplazaría. Eso es lo que lo convierte en un idiota adorable.

Entonces la idiota fue y de alguna manera fue bendecida por su Señor Arkay de alguna manera...

La idea se siente extraña, sacrílega  incluso... Sin embargo, eso fue confirmación suficiente de que detener su mano ese día fue una elección maravillosa, y que su Señor y Dios no estaba enojado con ella por abandonar su Juramento.

Lo cual, honestamente, debería haber esperado ya que un Paladín Rompedor de Juramentos no vino a visitarla.

Esos tipos espeluznantes siempre saben cuando uno rompe su juramento, de alguna manera...

Ahora, ella llegó a un punto en el que no podía verse viajando sin el tonto No-muerto que hacía que sus días y sus noches fueran maravillosos e infernales en Nirn.

Aunque no debería esperar –sólo esperar–  que Leonidas se quede con ella una vez que todo este lío termine.

Una vez cumplió este retorcido destino suyo.

Yo, DraugrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora