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He oído muchas veces al viento susurrar; es así como si varias voces quisieran hablar a la vez. Le conté mi secreto a mamá, ella solo negó y dijo: "Los árboles no hablan". Sin embargo, yo volví a insistir, le dije: "Yo los escucho, no es coherente lo que dicen, pero hablan. Susurran sus sueños, sus tormentos y oigo sus lamentaciones". Mamá volvió a negar, esta vez con una sonrisa en su rostro: "Los árboles no son los que susurran".

No volví a insistir, pero, cuando vi las hojas moverse, mis oídos se llenaron con palabras incompletas, otras inentendibles y otras que llegaban a formar frases sin interrupciones. Entonces me di cuenta, años más tarde, mientras dibujaba un atardecer sobre un lienzo, que debía escuchar más seguido al viento, así como lo hice cuando oí claramente susurrarme: "Agarra un pincel". Porque, como dijo mamá, no eran los árboles quienes hablaban.

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No sé si te conté mi secreto; tampoco sé qué harás con él cuando te lo diga y creo que prefiero quedarme con la incertidumbre. Pero en una cajita guardo mi amor, eso creo que ya lo sabías, entonces te diré dónde la tengo escondida y para eso te daré pistas: yo a esa cajita no la tengo, la tienes tú y constantemente está latiendo.

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Tu perfil solo podía ver.

Tu risa llegaba a mis oídos, pero no era yo quien te hacía reír. Te escuchaba hablar, pero siempre tendré la duda de cómo sonará mi nombre en tu voz. Mis ojos ojos siempre te vieron, pero los tuyos, si se trataba de mí, se volvían ciegos.







De a poquito iré subiendo más :)

La Fuerza Que Tienen Las Pequeñas PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora