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Su trabajo no era tan malo.

No hasta que a su jefe se le ocurrió la grandiosa idea que el restaurante se debía innovar agregando servicio a domicilio. En su opinión, se podría lograr solo arreglando una esquina del local para que los adolescentes de secundaria se pudieran tomar fotos para sus redes sociales y cambiando el foco fundido del frente.

Su trabajo había aumentado, ahora no solo atendería a las personas que llegaban a las mesas sino también los pedidos del celular del lugar con gente haciendo órdenes que tendría que llevar a sus casas, el único beneficio de eso es que obtendría una pequeña comisión por entrega y esperaba que la gente fuera suficientemente amable para darle una propina por evitarles caminar.

Sabía conducir en motocicleta desde los catorce años, pero había obtenido su licencia de conducir oficialmente el año pasado, le faltaba un poco de práctica, pero no era gran problema considerando que las entregas no deberían ser a lugares que no estuvieran a más de quince minutos del local.

Tenía que conseguir un casco, le habían mostrado el vehículo viejo, entregado las llaves y un apretón en el hombro junto un "no te mates" por parte de su jefe, sin ningún tipo de equipo de protección así que debería conseguirlo por su cuenta, si buscaba algo en el mercado de pulgas el jueves encontraría algo ligeramente funcional por poco dinero.

Debía ser cuidadoso de cualquier forma, dudaba que el gobierno se hiciera cargo de él si se metía en algún accidente o se jodía alguna parte del cuerpo. ¿A qué velocidad debía ir una motocicleta para que al chocar muriera instantáneamente? ¿Dolería o sería como desvanecerse? ¿Había dolor después de la oscuridad? Tendría que googlearlo.

Morir.

La muerte en general era un tema constante en su cabeza, todo alrededor de ello lo consumía, no solo lo que pasaba con respecto a la mente y el cuerpo, la sensación de que todo se detenga por fin, sino, lo que pasaba también con lo que se quedaba en el mundo terrenal, las personas que lo conocieron ¿alguien lloraría su ausencia?

Existía una duda en su pecho a la que no podría encontrar respuesta nunca, incluso si pasara no estaría ahí para verlo, tal vez sería lo mejor porque cualquiera de los resultados solo lo enfurecieron, casi imaginando de manera cómica como humo salía de sus oídos al igual que una locomotora por todas las incógnitas que llegaban a su mente. ¿Su familia llegaría a reclamar su cuerpo o dejaría que cayera en la fosa común? ¿Se quedaría para toda la eternidad bajo un suelo desconocido o en la cálida tierra de su niñez?

Cualquiera de las respuestas le enfureció, le llenaba de rabia la idea de que ni siquiera sus parientes consanguíneos más cercanos se tomaran la molestia de preocuparse de su cuerpo, pero le enojaba que solo hasta ese momento pudieran pensar en él y no cuando lo habían abandonado en una ciudad tan grande a su suerte. ¿Para qué serviría el perdón en ese momento si ya no lo podría escuchar? De igual forma, ¿los perdonaría?

Él debía disculparse en ese mismo momento.

"Perdón, señor. Su platillo demorará más de lo previsto, pero puedo ofrecerle un aperitivo mientras espera" el hombre se veía disgustado, pero sobretodo cansado sin importar eso le respondió con amabilidad y una sonrisa, así que arriesgándose a no tener una cena propia tomó una pequeña porción de papas y otra de palitos de ajo.

"Espero no sea alérgico, pero acepte esto como cortesía de la casa" inclinándose un poco hacia el hombre susurró, "son de mi parte, no le cuente al jefe que regalo comida o me quitará mis descuentos de empleado".

El hombre soltó una carcajada, y un peso se fue encima del cuerpo de Ezra, la gente parecía tan joven cuando reía con total sinceridad, este tipo de agradecimientos sumado a ver a la gente sonreír le hacía sentir que tal vez la existencia no podría ser tan mala y podría luchar contra lo que hubiera en su cabeza.

NenOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz