♦️Foto

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Sergio temió casi haber roto la mesa de cristal con lo fuerte que la golpeó con su celular, pantalla abajo y apresurándose a bloquearlo antes de que alguno de sus curiosos sobrinos se asomara a ver.

Dio una sonrisa avergonzada a todos los familiares que voltearon a ver, buscando la razón de la conmoción, volviendo cada quien a lo suyo cuando vieron que no era nada.

Pero Checo no tenía la capacidad de volver a esta tranquilidad, no después de eso. Se disculpó con su hermano, con quien había estado teniendo una animada conversación, antes de excusarse con tener que hacer una llamada importante al equipo y retirarse a una de las habitaciones en el segundo piso de la casa de sus padres, específicamente a aquella en la que él solía quedarse cuando llegaba a pasar la noche ahí.

«Voy a matar a este chamaco», pensó, sin verdadera malicia en sus palabras, volviendo a desbloquear su celular una vez estuvo en la privacidad de la habitación, con el seguro puesto. Soltó un suspiro pesado, viendo la pantalla, volviéndose a topar con la imagen de su lindo y joven novio, desnudo a excepción de una camiseta que era de Sergio, arrugada sobre su pecho mientras una mano dejaba su torso al descubierto, su miembro erguido, duro y enrojecido en la punta, brillante con presemen.

— Dios mío, Oscar... — murmuró Checo para sí mismo.

Sus ojos recorrían la foto, de esquina a esquina, buscando obtener y grabar hasta el más mínimo detalle en su mente, sus manos hormigueaban con la necesidad de tocar y su boca se sentía seca con deseo.
La piel del australiano se encontraba libre de las últimas marcas que Checo le había dado, recordándole al mexicano cuánto tiempo había pasado desde que vio a su pareja. Era claro que la distancia los había estado afectando a ambos, pero jamás se le había pasado por la mente a Sergio que Oscar haría algo así, incluso en los momentos donde él mismo lo consideró, descartó la idea, considerándolo muy juvenil. Pero claro, para Oscar, fresco en sus 23, era natural algo así.

Un nuevo mensaje apareció en el chat, un corto "te extraño:(", y segundos después, un vídeo.

«Este chamaco me va a matar a mí», pensó, bajando el volumen en su celular hasta muy apenas ser audible mientras presionaba reproducir en el video. Tres segundos en el video y ya se encontraba sosteniendo el celular con su mano izquierda, la otra tanteando a ciegas el borde de su pantalón.

No podía esperar a volver a ver a Oscar en persona.

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