VII "Deladera"

9 1 0
                                    

Ya empezaba a atardecer en la casa.

Mi primer día con mi familia fue bastante peculiar. Me dio un ataque, le pegué una cachetada a jovél y también me enteré de que se inyectaba droga. Qué putamente maravilloso día. Lo último que recuerdo de mis papás biológicos es que eran dos personas muy tajantes y correctas, mi mamá siempre se retocaba su rubio y mi padre no salía a la calle sin peinarse el jopo. Mi mamá me enseñaba alemán a la par en lo que también yo aprendía español. Ahora puedo seguir una conversación, pero le perdí el tacto. desde que tengo ocho años no hablo alemán.

Creo que por ahí tengo algunas fotos de su boda, las tengo adentro de mis libretas pero siempre me olvido en cuál. Soy genuinamente un calco de mi mamá con el color de cabello y ojos de mi padre. Con Elena solía bromear con que mis papás ni se esforzaron con pensar mi nombre, solo tenían que cambiarle una letra al nombre de mi mamá, Ada.

Ya no recuerdo su voz.

Sigo todavía disconforme con que en mi dni aparezca mi nombre como Ava Estrada. Suena como la mierda. Me suena a adiestrada. Yo no estoy adiestrada. ¿Sabes que no me sé el apellido de mi propia madre adoptiva? increíble. Yo supongo que Abél es Estrada también por obviedad. Ese viejo canoso me intentó explicar que tenía que llevar su apellido porque soy menor de edad y tal.

Tengo la puerta abierta, la habitación de Jovél se ve desde acá. Es la habitación mas aburrida que vas a ver en toda tu vida, dos o tres muebles, paredes negras y una miserable ventana con rejas. Parece una cárcel.

Desde acá puedo ver sus pies, está acostado en la cama y no se mueve, probablemente esté dormido.

Me levanté del piso y me fui para el pasillo hasta que una brisa helada me dejó dura. Retrocedí para agarrar un saco. Todos mis abrigos estaban todavía en una de las maletas que todavía no había abierto, me dio tanta flojera que, con complicidad miré la habitación de Jovél. Tenía intenciones de agarrar prestado un abrigo suyo.

Pasé de puntitas hasta el lugar, él estaba de cara a la pared. Miré en el perchero que había detrás de su puerta y encontré un par de camperas. Me servía. Con sumo, sumo, sumo cuidado, agarré la primera que vi, estaba a punto de sacarlo por completo hasta que escuché un repentino grito de susto. Solté la campera y me di vuelta.

"Ay, Ava."

Jovél me miraba como si me hubiera confundido con un ladrón de camperas, cosa que yo claramente NO era. Pegué una carcajada y prendí la luz, preparada para explicarle la situación. Mas en lo que dejé que la habitación se iluminara, jovél no se veía nada complacido, incliné la cabeza en incertidumbre.

"No te voy a husmear nada, quería que me prestes esto."

Levanté el abrigo del piso y se lo mostré. Asintió.

"¿Te puedo hacer una pregunta? ¿muy chiquita?"

"¿qué?"

"¿Ya se te fue el teatro del mejor hermano del mundo o te pasa algo?"

Jovél tardó más de lo que me gustaría en responderme.

"Me siento mal, Ava."

"No, me imagino. Yo también entraría en depresión con esta habitación. Ven a acompañarme, quiero ir al jardín. No me puedes decir que no."

"Ava..."

Rechiné los dientes y lo agarré del brazo intentando levantar su cuerpo como a un cadáver. Ahí me di cuenta que nada más se dejaba arrastrar cuando él lo quería. Me rendí en intentar levantarlo y me tiré encima suyo. dándole palmaditas en el cuello.

"vaaaaaaaaamos."

Le jugué un berrinche bastante inteligente, uno que, aunque no le hiciera cambiar mucho de opinión, le haría reír. Le hice un suave "brrr" en el cachete y lo apreté entre mis manos.

Ava. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora