¿Cuando fue la última vez que me imaginé perdiendo la virginidad? Ni idea, pero mi plan ideal era hacerlo con algún novio y sea un momento dulce, romántico.
Lo que pasó con Santiago fue todo lo contrario, rudo, sucio y sensual.
Sus labios recorrieron cada parte de mi anatomía y cada toque me volvía loca. Yo era una principiante y el me guiaba en todo.
—¿Te gusta, pendeja? Decime que si —susurró en mi oído con una voz ronca que me excitaba. Éramos solo nosotros en la casa, pero hablábamos bajito como si la propiedad estuviera llena de gente.
Santiago ya se deshizo del vestido y los zapatos, solo quedaba el corpiño y la pequeña braga negra. En cambio, el estaba solo con los pantalones desabrochados, sin camisa, ni nada. Estaba completamente perdida en su torso, en esos tatuajes impregnados en sus brazos y aún más en el que tenía en su cuello.
—Te necesito adentro, Santiago, por favor —no aguantaba más, necesitaba sentirlo, quería sentirme suya.
—Mira cómo me rogas, igual que una puta —rió ante mis suplicas, pensé que no haria nada, pero al contrario, llevó dos de sus largos dedos a su boca para chuparlos y pasarlos por encima de mi bombacha.
—Dios... —una corriente pasó por toda mi columna, eso provocó arquearla un poco.
¿Pero ahora cómo le digo a Santiago que soy virgen? ¿Y si eso arruina el momento?
No, tengo que decirlo o sería la peor experiencia de mi vida.
—Santi, yo soy...
—Ya se que sos virgen, prometo que no te va a doler — dicho eso, sus labios rosados se encontraron con los mios y los unió en un beso feroz, estaba devorando mis belfos, y sus dedos por fin entraron en mi.
Me ardía por dentro. No sabía cómo explicar esa sensación.
—Santiago... — un gemido salió de mi boca por el dolor, me aferré a su espalda tatuada y fría.
Siguió llevándome al paraíso con sus dedos por unos tres minutos, pero yo necesitaba más, mi cuerpo pedía más.
Decidí tomar la iniciativa y deslicé mis manos hasta el pantalón y el boxer Calvin Klein de Caputo, estaba a punto de bajarlos, pero el me interrumpió.
—¿Que haces, pendeja? Decime que querés.
¿Que? Estaba jugando conmigo.
—Quiero más, te necesito adentro.
El solo sonrió y asintió con la cabeza, dándome permiso de hacer mi cometido, mis manos estaban temblando. ¿Cómo sería? ¿Grande o chiquito?
Esquivé esos pensamientos y arrastré aquellas prendas por la piel de sus piernas. Decidida, bajé mi vista y tragué saliva nerviosa.
No me entraba en la cabeza como eso podría entrar en mi, sus venas estaban marcadas por todo el largo y el glande estaba hinchado.
—Mira lo que provocas, con solo mirarme ya me tenés así como querés — susurró por encima de mi boca y fue dejando besos desde mi cuello hasta la altura de mis tetas. Chupó mis pezones y los apretó a su antojo.
Pero ahí no terminó el caminito de besos, lentamente fue bajando hasta mi abdomen y llegó hasta mi cadera.
Nunca me sentí tan excitada como en ese momento. La respiración de Santiago chocaba contra mi intimidad y podía sentir la húmeda lengua pasar por el centro.
—¿Tan rápido te mojas? No te tenía así de necesitada.
No me importaba que tan hijo de puta se estaba comportando, solo quería sentirlo de una vez por todas y que me haga sentir suya, solo de él.
Tampoco tardó mucho en deshacerse de mi bombacha, dejó un par de besos en mi centro y la deslizó por mis piernas con sus dientes.
Estaba completamente desnuda frente a él, tenía a la vista mi vagina húmeda y mis pezones erectos por el.
—Una belleza de cuerpo a la que voy a coger duro hasta que me pida que pare.
Trate de tapar esa parte tan íntima con una mano pero el hombre que tenía arriba mío la corrió al segundo.
—No seas tímida, conmigo no tenes por que cubrirte —continuó con sus besos por toda mi anatomía, pasó por mis muslos, piernas y por último, mis hombros.
Podía ver como se masturbaba un poco con su mano derecha, si seguía así en cualquier momento explotaba.
—Cerra los ojos, prometo que no va a doler nada. ¿Confías en mí?
—Si —respondí entrecortado y obedecí ante su petición, cerré mis ojos y esperé cualquier cosa.
Ese "cualquier cosa" llegó cuando sentí algo caliente y grueso en mi entrada, rápidamente mis sentidos reaccionaron y solté un quejido agudo.
—¿Estás bien?
Solo asentí y él siguió llenándome poco a poco, sentía un ardor incontrolable que estaba a nada de ser dolor. Buscó mis labios y los empezó a devorar como un león a su presa.
No movía sus caderas pero a los segundos yo ya quería más, moví un poco mi cintura para darle la señal de que ya estaba lista y comenzó la noche.
Empezó a dar pequeñas y cortas embestidas, él soltaba quejidos y yo gemidos en su oído.
—Gemís como puta, algo que Marra ni nadie va a poder escuchar —abrí los ojos y me encontré con los suyos, estaban llenos de lujuria.
—E-estoy cogiendo con vos, Santiago, no con ellos —hablé como pude y su única reacción fue reír. En dos segundos me agarró las piernas y las envolvió en su cadera, cambiando la velocidad de sus embestidas a unas más rápidas y bruscas.
La fuerza era tanta que tuve que apoyar mis brazos en los hombros anchos de Caputo. Al instante empezó el famoso ruido de la cama chocando contra la pared y de nuestras pieles chocar. Las sábanas se arrugaban cada vez más por debajo de nuestros cuerpos y ambos ya soltábamos gotas de sudor.
—Tenes la concha tan apretada, hija de puta — estampó su mano contra mi culo y lo apretó con fuerza.
Poco a poco iba llegando al punto máximo de placer, no aguantaba más, quería correrme.
—Más rápido, Santi. Por favor...
—Eso, quiero que grites mi nombre y que todos se enteren a quien le perteneces — susurró y convirtió sus embestidas rápidas en unas profundas, sacaba su pija hasta solo dejar la punta en mi interior y la enterraba entera.
Un pequeño cosquilleo se empezó a formar en mi vientre y mis paredes empezaban a sofocar a Santiago, el también lo sentía, lo delataba la cara de placer y como forzaba su agarre en mi cintura.
—Ya estoy cerca —habló entre jadeos, un par de embestidas más y un líquido caliente que se expandía en mi concha hizo que me corriera.
—¡Santiago! —era mi primer orgasmo y me pegó muy fuerte, todo mi cuerpo comenzó a tener espasmos y Caputo solo me abrazó.
—¿Estás bien? Dormí un poco —yo solo asentí con los ojos cerrados y me acomodé en una posición cómoda para descansar un poco. Santi se pegó atrás mío, chocando su pija con mi culo y susurró algo en mi oído que nunca voy a olvidar— Soy tuyo desde el primer día que te vi, sabelo.
//////
Porfi comenten y denle like, nos vemos en otro cap 💋.

ESTÁS LEYENDO
End game| Santiago Caputo.
FanfictionSantiago Caputo siempre concurría al Starbucks de Puerto Madero, ya era parte de su rutina y Camila Kim era camarera de allí. Creo que ya es obvio como termina esto, ¿o no? Playlist de End game: https://open.spotify.com/playlist/5fe6e4VegxUIPBQ1aPgj...