💠 Un paseo inolvidable 💠

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El sol ya había comenzado a calentar la mañana cuando Andrea bajó las escaleras de la gran casa. Vestía el hermoso vestido verde que acentuaba su figura esbelta. Su cabello castaño caía en suaves ondas sobre sus hombros. Estaba emocionada por el día que tenía por delante.

En el vestíbulo, Ovidio Guzmán la esperaba con una sonrisa encantadora. Era un invitado de su padre, Don Mencho, un hombre de negocios respetado en la región. Ovidio, con su porte seguro y su elegancia natural, había causado una buena impresión en todos desde su llegada.Pero sólo Andrea y Ovidio sabían lo que había pasado la noche anterior.

—**Ovidio**: Buenos días, Andrea —saludó, inclinando ligeramente la cabeza.

—**Andrea**: Buenos días, Ovidio. ¿Listo para un paseo inolvidable? —respondió ella, devolviéndole la sonrisa.

Ambos salieron al patio donde los caballos ya estaban preparados. Dos ejemplares magníficos, uno blanco y otro negro, los esperaban. Andrea se acercó al caballo blanco, acariciándolo con ternura.

—**Andrea**: Este es Zeus, mi favorito —dijo ella, mientras el caballo relinchaba suavemente en respuesta a su caricia.

Ovidio, impresionado por la majestuosidad del caballo negro, sonrió y le dio una palmada en el cuello.

—**Ovidio**: Creo que yo montaré a este. ¿Cómo se llama?

—**Andrea**: Él es Apolo. Es fuerte y veloz, te va a encantar —respondió Andrea.

Con habilidad, ambos montaron sus caballos y se dirigieron hacia los amplios campos que rodeaban la hacienda

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Con habilidad, ambos montaron sus caballos y se dirigieron hacia los amplios campos que rodeaban la hacienda. El paisaje era impresionante: colinas verdes, árboles frondosos y el cielo azul despejado. Los caballos galopaban con energía, sintiendo la libertad del campo abierto.

—**Andrea**: Cuéntame, Ovidio, ¿te gustan los caballos? —preguntó Andrea mientras galopaban lado a lado.

—**Ovidio**: Me encantan. No siempre tengo la oportunidad de montar, pero cuando lo hago, disfruto cada momento. Y más aún si es en un lugar tan hermoso como este —respondió él.

Ambos se reían y charlaban, disfrutando del viento en sus rostros y la sensación de libertad. Andrea lo llevó a través de un sendero que los llevó a un pequeño lago. Se detuvieron para darles un descanso a los caballos y aprovecharon para caminar por la orilla.

—**Andrea**: Es un lugar mágico, ¿no crees? —dijo Andrea, mirando el reflejo del sol en el agua.

—**Ovidio**: Definitivamente chula. Gracias por traerme aquí —respondió Ovidio, mirándola con sinceridad.

Andrea sonrió, sintiendo una conexión especial con él. El tiempo pasó rápidamente mientras seguían explorando, compartiendo historias y risas. El paseo a caballo se convirtió en una aventura inolvidable, una experiencia que ambos atesorarían por siempre.

Regresaron a la hacienda, cansados pero felices. Los caballos, también contentos por el recorrido, fueron llevados al establo para descansar.

—**Ovidio**: Fue un día increíble, muñeca. Gracias por invitarme —dijo Ovidio mientras se despedían en el vestíbulo y le daba un beso en la mejilla.

—**Andrea**: Fue un placer, Ovidio. Espero que podamos repetirlo pronto —respondió ella.—Un poco nerviosa.

Mientras subían las escaleras para regresar a sus habitaciones, ambos sabían que aquella tarde había sido especial. Una amistad nacía entre ellos, forjada en la belleza del campo y la magia de los caballos.
Solo tocaba esperar a la fiesta de esa noche...

Ovidio Guzmán y su Chulada (Sinaloa, Jalisco) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora