II

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Ya llevaba unos meses en el pintoresco pueblo, casi el año, Daichi cumplió con su palabra y empezó a asistir a misa junto con su carismático y amable esposo, había entablado un vínculo parecido al amistoso con la entrañable pareja.

Los planos de Tobio iban tomando forma.

La mayoría del pueblo estaba de acuerdo con que el nuevo sacerdote había llegado a hacer cambios para bien en la comunidad.

Las hermanas dejaron de solo manejar los rosarios, comenzaron a llevar la palabra de Dios a lugares más complicados; como el hospital del pueblo, ofreciendo rosarios para las personas mayores, actividades para los más chicos del área pediátrica. Las escuelas, ofreciendo cursos religiosos para los estudiantes, ayudando con la materia de religión en las escuelas no laicas.

Comenzaron a ofrecer bautizos y primeras comuniones más económicas, las bodas y uniones matrimoniales estaban ahora colindadas con el ayuntamiento.

Ahora la iglesia se mantenía por sí sola, las personas cumplían con sus diezmos, daban a la caridad de la iglesia en las misas, desde que entraron se unieron siete nuevas hermanas que eran más de las que habían logrado los últimos tres años.

Ahora el pueblo no le parecía deprimente, le parecía lleno de vida

Lo invitaban a las ferias cosa que le encantaba a las hermanas, se unió mucho a sus hermanas

Las mujeres del convento desayunaban con él todas las mañanas, Annie con la que estaba más apegada era con la que se la pasaba todo el día, siempre solían organizar juntos los eventos de la iglesia y era con la que solía hablar de sus inquietudes.

Pero se sentía vacío

Las personas lo acudían con problemas y confesiones, él estaba contento con ayudarlas pero necesitaba algo.

"Padre" la voz de Susuki resonaba en el eco de las paredes

"¿Si?"

"¿Recuerdas la feria que viene en unas semanas verdad?"

"Rayos...la olvidé"

"Es su primer año en la ciudad y... bueno... quería estar segura de que supiera cómo funciona toda esta tradición"

"Claro, háblame de ella"

"Bueno, celebramos el santo de la ciudad" meditó unos instantes "¿recuerdas la estatua de oro que tenemos siempre en una vitrina?"

"Claro que la recuerdo, la veo a diario" unas risas escaparon de los labios de la moja

"Sí, bueno, se saca y se lleva a recorrer toda la ciudad, luego regresa, hacemos la misa correspondiente y empieza la fiesta en la ciudad"

"Suena ajetreado"

"Lo es"

Kageyama suspir, ya estaba cansado y todava faltaba una semana para dicha celebración.

"Además", dijo la hermana Ema, una de las monjas más experimentadas, la que estaba pasando por la puerta: "Cae el viernes la festividad, la mayoría del pueblo va a querer asistir a la misa del domingo".

Annie y Tobio miraron confundidos a Ema, la aludida se frotó el puente de la nariz

"Quiero decir, que si de por sí, los sábados son ajetreados por las confesiones en semanas normales, imagínese cómo será ese sábado"

Y Kageyama lo entendió, ya se veía venir la fila interminable de feligreses queriendo confesar sus pecados para poder comulgar al día siguiente, y de tan solo imaginarse todo el día sentado en aquella incómoda silla del confesionario le empezó a doler el coxis.

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⏰ Última actualización: Sep 02 ⏰

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Que dios nos perdone // kagehina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora