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—O sea, me estás diciendo que quedaste con el camello que te recomendó Griselda y se llevó el USB done estaba tu exposición —habló Esmeralda en la cafetería de la universidad. Tenía su pelo castaño perfectamente peinado con unas ondas que no tenían nada que envidiar a cualquier modelo de Victoria Secret. Era una de las personas más presumidas que conocía.

Elaia, que estaba mensajeando por teléfono sin prestar mucha atención a la conversación, miró a Griselda con cara de incredulidad.

—Conmigo siempre es majo — Griselda se encogió de hombros mientras se levaba un palito de manzana a la boca.

—Pues la próxima vez quedas tú con él, no sé en qué momento te hice caso— le dije mientras me cruzaba de brazos. Griselda era una chica despreocupada, siempre vestía de forma ancha y no le gustaba mucho llamar la atención. Era muy diferente a nosotras, pero aún así, haciamos un grupo genial, siempre estábamos en las buenas y en las malas y casi nunca nos ibas a encontrar separadas, y menos en la universidad.

Era impresionante que aunque nos conociésemos de hace un poco más de un año, habíamos congeniado como hermanas desde el minuto cero.

—La próxima vez no vas con un puto pen drive de tu exposición que, literalmente, vas a necesitar al día siguiente. Al menos, no sin antes guardar una copia— Grisel se cruzó de brazos y miró para otro lado para murmurar: —, parece que no eres la más inteligente de la facultad.

Entrecerré los ojos en su dirección. Sí, sabía mucho de informática, de hecho, gracias a mi maravillosa mente, me había metido en un par de líos con la policía nacional, cosa de la que para nada me sentía orgullosa, además de que casi me meto en un lío mayor intentando meterme en páginas algo indebidas y un poco ilegales.

Pero no hay nada que no arregle una buena VPN y un buen programa para volver a los policías incompetentes locos.

Antes de devolvérsela a Griselda, se me encendió la bombillita que estaba al final de mi mente. Había estado tan nerviosa las últimas horas desde que el camello de Grisel me había quitado el Pen drive, que no pensé en mi segunda opción más obvia. Mirar en a nube.

—Oye, pues sí que tengo una copia, pero no sé si estará todo —dije más para mí misma que para mis amigas. Me volví a girar a Griselda—. Gracias, eres todo un cerebrito.

Le di un beso en la frente y recogí mis cosas a toda prisa, justo cuando estaba a punto de levantarme para irme lo más rápido posible a la biblioteca, me choqué con un chico que se puso justamente detrás de mí. Era más bajo que yo, vestía todo de negro y se me hacía algo conocido, como si nos hubiésemos encontrado en otro lugar, pero no sabía muy bien donde lo había visto. Tenía el pelo castaño y unos mofletes bastante grandes, que me daban demasiada ternura, solo de verlo daban ganas de abrazarlo.

—¿Eres Amanda del segundo curso?— me paré en seco, aparte de porque estaba preguntando por mí, porque me impidió el paso de tal manera que hasta nuestros pechos se tocaban. Me volví a sentar para guardar algo de distancia (si eso era posible).

Miré a mis amigas, miraban al chico como si hubiese venido con un animal muerto de regalo, sí a veces sus caras eran algo exageradas.

—Sí, la misma— sonreí, siempre era amable con las personas que se me acercaban, y más con las de mi misma facultad, nunca se sabía si nos íbamos a encontrar en un futuro, todos en este campo solían ser unas culebras que se aprovechaban de lo más mínimo.

—Me han dado esto para ti— el chico me tendió ni más ni menos que el pen drive que me robaron sin ninguna explicación el día anterior. Mis tres amigas se levantaron a la vez para mirar si de verdad estaba pasando lo que estaba pasando.

Deep LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora