8. Que la lluvia limpie su alma

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"El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida"
─ Federico García Lorca

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- Autolesiones (aludido)
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- Disputa por custódia



Ya habían estado en esa posición muchas veces antes, la última cuatro años atrás, el invierno del año en que Dazai cumplió dieciocho, cuando Ango había sido encargado de investigar un supuesto contrabando en el que el tutor del menor estaba involucrado, en ese tiempo en que Oda no quería nada más que ser novelista, escribiendo historias en el balcón de una casa junto al mar.

Pero ahora Dazai ya no tenía dieciocho, Ango ahora era asistente consejero para el gobierno, y Oda se veía incapaz de escribir. Ahora un silencio incómodo reinaba en el bar mientras intentaban buscar las palabras para romperlo a la vez que consumían sus bebidas.

En su lugar y con la cabeza gacha, Dazai levantó su vaso, causando un pequeño sonido en el intimidante silencio cuando el hielo redondo de su whiskey chocó contra el cristal.

Tanto Oda como Ango, quienes intercambiaron una confusa mirada, sabían el significado de ese gesto. Lo habían visto cientos de veces antes, pues brindaban cada vez que se veían, bueno, cada vez hasta que Oda se vió involucrado en la investigación de Ango en aquel entonces.

─ ¡Brindemos! ─ El esperado tono alegre en la voz de Dazai vaciló. Ante aquello, tanto Oda como Ango intercambiaron una preocupada mirada. ─ ...por favor...

El extraño sentimiento de desolación presente en algo tan simple como un "por favor" dejaba abiertas muchas incógnitas para ambos mayores, pero los tres se conocían desde hace suficiente para ser capaces de entender que algo le había pasado al castaño para que se encontrara así, ¿pero qué?

Definitivamente había tenido etapas mucho peores que aquella, pero tampoco podían simplemente negar el estado mental de su amigo. Con un pesado suspiro, Oda levantó su vaso junto al del castaño, dejando entrever un dibujo en tinta grabado en su muñeca, uno que al verlo sacó una amarga risa de Dazai.

Aunque mucho más reacio a hacerlo, Ango también se unió en aquel gesto, causando que se viera bajo la manga de su camisa un apósito blanco, que escondía bajo suyo el mismo dibujo que había tatuado en el brazo del mayor de los tres. Un trabajador del gobierno no tiene permitido este tipo de expresiones, por lo que el azabache se encargaba de esconderla lo mejor posible.

Hace cuatro años, aquello había sido idea de Dazai, al inicio buscando solo llamar de nuevo la atención de su familia y al final convirtiéndose en algo con un poco más de significado, sin embargo, él era el único que carecía del tatuaje, pues la piel dañada de una cicatriz no iba a absorber la tinta. Aunque tal vez solo era la vida excluyendo al castaño una vez más, pero él tampoco pensaba quedarse.

Aún cuando el choque de sus vasos rompió el silencio, trayendo el sentimiento de familiaridad que Dazai buscaba con este gesto, no pareció ser suficiente para aliviar su mente, y eso pareció ser percibido por su amigo. ¿Cómo no iban a notarlo? Le conocían desde los dieciséis años...

─ ¿Nos vas a contar qué te sucede...? ─ Fue una sorpresa para ambos hombres que fuera Ango quién preguntase, su voz insegura y claramente preocupada, pero solo recibió un corto silencio por parte del menor.

Nunca era fácil para Dazai abrirse, y en esos momentos, Ango de todas las personas, pese a estar genuinamente preocupado por él, no era exactamente una presencia cómoda para Dazai, pero la familiaridad del entorno, la imágen idéntica a la que ambos hombres mayores dibujada en la muñeca, y el desorden en su cabeza le hacía querer contar en ellos, en sus amigos.

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⏰ Última actualización: Sep 15 ⏰

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