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Los años pasaron absurdamente rápido, ahora eramos todos unos señores de 18 años, ¿saben que hizo Daniel el día siguiente de cumplir la mayoría de edad? Salió corriendo a hacerse su primer tatuaje.
Yo estaba al tanto de lo desesperado que estaba por hacerse un tajuaje, pero jamás espere recibir una videollamada a las 8 de la mañana en un sábado cualquiera.
Estaba profundamente dormida después de haber llegado a mi casa a las 2 de la mañana luego de la fiesta de cumpleaños de Dan. Las sábanas estaban hechas un desastre y toda la baba escurriendo de mi boca. De repente mi teléfono comenzó a transmitir ese molesto sonidito cuando recibo una llamada.
Me di la vuelta, frunciendo el ceño intentando ignorar el sonido. Pero la persistencia de quien llamaba me obligó a entreabrir un ojo y reconocí el nombre de mi mejor amigo. Deslicé el dedo para aceptar la videollamada.
Al instante apareció la cara extremadamente sonriente de Dan. Me gustaba verlo feliz, y me gustaba (él) ver su cara, pero que no mame, eran las 8 a.m. y yo quería dormir.
Luego recordé que yo tenía saliva seca alrededor de mi boca y el pelo alborotado, y en general en el peor momento en el que Daniel me pudo haber visto. Rápidamente me tapo hasta los ojos con las sábanas
