10. Evitar lo inevitable

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El día había sido extremadamente difícil de sobrellevar.

Nada más entró en su oficina, pudo sentir la atmósfera recargada de tensión... ¿y cómo no? Si el jefe estaba dándose un inesperado paseo por toda la empresa para ver la rendición que llevaban los trabajadores después de un par de meses sin pasarse por esas zonas. Aquello fue brutal, aunque no repercutió en demasía para él, por lo que pudo estar tranquilo hasta que el mayoritario se largara de la oficina.

Lo que más le cagó el día fue la aparición de una pareja con nacionalidad china y claramente tuvo la mala suerte de estar obligado a atenderlos; acto del cual se arrepintió porque no había visto personas más inseguras y dramáticas que aquel par.

Sinceramente, pensó que no comprarían la vivienda, sin embargo —después de dejarse los pies en el suelo de la casa— decidieron hacerse con ella. Pero ahí no acababan los problemas, una vez fueron a firmar el contrato —junto a su minuta, claramente— la pareja volvió a discutir y, no sabía por qué, pero intuía que no era sobre la casa que iban a comprar.

El día había sido realmente agotador y agobiante, tan solo necesitaba entrar en el departamento para darse un largo baño de sales corporales y después dormir hasta el día siguiente. Ni siquiera tenía hambre, quizá pediría algo a domicilio. No abusaría de Nadia, tampoco.

Dejó la pequeña mochila sobre el sofá y sonrió al ver a Micifú acercándose a él para acicalarse contra su pierna.

—Hola, bolita de pelo.

Tuvo intenciones de agacharse y jugar un par de minutos con su mascota; sin embargo, escuchó un par de voces femeninas en el interior de la cocina y la curiosidad le pudo. Se acercó hacia el lugar donde provenía el suave jaleo y, tan pronto entró, se arrepintió.

—Oh, ya has llegado cielo. —la típica voz tierna de Nadia no ayudó en absoluto a que lograra quitar los ojos de la otra mujer. —Has llegado en un momento genial, te presento a Sophia, la madre de Jackson.

—Querida, he tenido la suerte de conocer a Mark en una anterior ocasión. —la sonrisa de la mujer hizo que el menor se estremeciera inevitablemente. No le daba buena espina.

—¿En serio? Te habrás dado cuenta de que es un muchacho genuino —la manera en que Nadia lo halagó fue realmente cálida, no pudo evitar sonreír con un deje de incomodidad.

—Sí... Pero lo que más me sorprende es la rapidez con la que ha decidido mudarse con mi hijo. —tajó sin dejar de sonreír, claramente se podía sentir lo venenosas que eran sus palabras.

—Oh, no... —Mark agitó las manos mientras negaba. —Solo estaré por unos días, hay problemas en mi departamento y la comunidad lo está arreglando.

No tenía por qué explicarle lo que le pasaba en su vida, pero era la madre de Jackson y lo menos que quería era llevarse una mala imagen. Después de todo, la actitud que ella tuviera con él era extremadamente necesaria para poder sentirse seguro de ser acogido en el círculo de Wang o era lo que pensaba, por lo menos eso pasaba con su familia.

—Entiendo... —Sophia dejó de sonreír y se volvió a sentar frente a la isla de la cocina para darle un trago al té que Nadia le había servido. —Siéntate con nosotras, querido.

—Sophia, no creo que sea buena idea. —la nana de Jackson sonrió hacia el menor con cierto deje de incomodidad, ella sabía lo mal que lo estaba pasando en esos momentos como para quedarse a tomar el té. —El chico viene cansado y querrá darse una ducha para descansar.

—Oh. —se resignó a decir. Clara decepción en su voz.

—Por favor, como si no estuviera. Disfruten el té. —cogió a Micifú cuando vio que tenía intenciones de entrar a la cocina con su cola al aire y salió de ahí prácticamente escapando de aquella atmósfera.

¿Por qué él? // MarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora