Capítulo Cuarto: Nuevas sensaciones

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     Era un nuevo día, la familia se encontraba en una más de las típicas cenas puestas sobre la mesa como si de un banquete se tratase. En realidad, mucha de la comida que se exhibía en los platos de porcelana y las bandejas de plata no era consumida por la familia, no en su mayoría. Pero nadie reparaba en eso, ni siquiera Jungkook; a pesar de que el país, fuera de aquella burbuja en la que existían en una clase de adormecimiento, estuviera sumando en una pobreza de la que trataba de desprenderse con uñas y dientes.

     A Miya tampoco le importaba tirar a los contenedores de basura la comida no consumida. La señora de la casa siempre comía lo mismo, una dieta donde sí o sí debía haber carne cada día, pero no demasiado. El esposo, por su lado, no parecía darle mucha atención a su alimentación y, si no fuera por la intervención de Hyori que siempre quedaba con Miya sobre qué comería el hombre ese día, entonces su alimentación nos sería la predilecta. Jennie comía como un pajarito, en palabras de su difunta abuela y Jungkook no distaba mucho de eso. No le gustaban las cosas demasiado saladas ni demasiado dulces y su delgadez notable hacían eco de su limitado apetito, sin mencionar los exageramientos de su madre al verlo llevarse cualquier alimento a la boca. Pero desde la llegada de Taehyung los bocaditos más exquisitos llegaban a sus papilas gustativas sin iniviciones, sin detenerse a pesar si sería correcto comerlo o no. Ciertamente mirar al joven comer con tanto gusto las comidas de Miya (que últimamente parecían ser preparadas con más alegría) despertaba en él y en los otros el gusto por lo mismo. Algo más y es que Kim no permitía que Miya se deshiciera de platos enteros e intactos. Él en persona se ofrecía a llevar la comida que sobrara para aquellos que lo necesitaran y por otro lado, había llegado hasta el extremo de convencer a Hyori de pedirle a Miya que cocinera solo lo que sabía la familia comería. Muy al contrario de lo que Jungkook creería, su madre se dejó convencer con rapidez. Lo cual era hasta casi sorprendente, ella nunca accedía tan fácil a dejar uno de sus caprichos de lado. Pero la sonrisa y palabras elocuentes sin duda explicaban muy bien el cambio de opinión tan drástico sobre esa costumbre.

     Volviendo de nuevo con la familia, todos se hallaban de lo más satisfechos comiendo pasta con una salsa extraña que Kim había pedido preparar a Miya. Todos oían hablar al joven, tan atentos, tan sonrientes. Las cenas silenciosas e incómodas parecían haber quedado en el pasado de un día para el otro, drástico pero real.

     Todos estaban presentes de pronto, pero sólo presentes por el visitante y solo dispuestos a oír de él. Era como si toda la casa de pronto girara en torno a él. De pronto todos ahí sentados en esa mesa cubierta con un mantel perlado direccionaban sus pensamientos hacia Taehyung y sus problemas, nunca antes soltados en el interior de esas paredes, se perdían al mirar en el interior de ese par de ojos profundos.

     En medio de risas y parloteos (de parte de Kim) este, en cuanto vio a Miya entrar al comedor con una bandeja de algo demasiado caliente en ella, le pidió con aires distraídos que le sirviera un poco más de vino.

     Kim compartía con Hyori ese gusto por una copa de vino oporto (¿o era un cabernet sauvignon tan viejo o quizá joven como la misma Miya?) todas las tardes a la hora de la cena.

     Miya, con la tranquilidad que la caracterizaba, sin apresurar los movimientos, tomó la botella próxima a las velas y, con una delicadeza aprendida para esos trabajos, acercó la botella a la copa que Taehyung le extendía distraído y la distracción era tal que no cayó en lo que cualquier otro chico bien hubiera reparado por simple tradición venida desde la cuna: no tocar o siquiera rozar a alguien del servicio de la familia. ¿O la regla era más bien no tocar a una mujer no casada o casi resignada a la virginidad eterna? No... es casi tan confuso como la Miya misma.

     Por supuesto, ante el tacto que no había recibido desde tiempos ya olvidados, Miya se sobresaltó y derramó el líquido rojo como la sangre que corrió hasta su rostro. La familia se alarmó, como era de esperarse, ante el agravio a su amado invitado.

Noches De Blanco Satén | taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora