Muriel siempre había sido una chica soñadora, motivada por su abuela, quien le había enseñado a perseguir sus sueños y jamás darse por vencida. Sin embargo, las difíciles circunstancias económicas de su familia la obligaron a cambiar de rumbo, estudiando contabilidad y finanzas en lugar de medicina. Aunque dedicaba la mayoría de su tiempo a trabajar, en sus ratos libres disfrutaba dibujando, encontrando un equilibrio entre su trabajo y sus intereses creativos.
Un día, se despertó temprano, cosa que no era común en ella. Normalmente, solía dormir hasta tarde, pero ese día se sentía extrañamente despierta. El cielo gris y la neblina que cubría la ciudad parecían envolver su casa en un manto de melancolía, pero ella se sentía inusualmente tranquila. Decidió levantarse y comenzar el día, retomando las cosas que había dejado a medias con ideas frescas y la mente despejada.
Mientras revisaba sus redes sociales, recibió un mensaje de Julio, un productor musical cuyo encanto hipnotizaba a través de la pantalla. Su mirada parecía ver directamente al corazón, y ella se sintió intrigada. Julio le envió un mensaje: "Buenos días, niña que llora. ¿Qué te acontece en esta fría y oscura mañana?". Muriel respondió con una frase que revelaba su propia sensibilidad: "Buenos días, niño de los ojos tristes". Julio se sintió intrigado por su respuesta y comenzaron a hablar. La conversación fluyó con facilidad.
Mientras intercambiaban mensajes, Muriel no podía evitar sentir que la cara de Julio le resultaba extrañamente familiar, como si lo hubiese visto en algún lugar de su memoria, aunque no podía recordar dónde. A medida que hablaban, descubrieron que compartían gustos y la conexión creció con cada palabra. Se encontró sonriendo en su casa, sintiendo una emoción que no había experimentado en mucho tiempo.
Sin embargo, Muriel estaba luchando con la presión laboral y la nostalgia. Después de reflexionar, tomó una decisión: se daría un descanso para enfocarse en su propia felicidad. Era hora de priorizar su bienestar y encontrar nuevamente su brillo. Renunció a su trabajo y se dedicó a actividades que le brindaban alegría, como dibujar. Con el tiempo, se dio cuenta de que había encontrado tres cosas que la hacían feliz: el dibujo, la repostería y sobre todo, Julio, quién ya estaba en su corazón, a pesar de la distancia. Ahora, se sentía completa.
Y así, disfrutaba cada día al máximo, sin esperar lo que la vida le depararía en el mañana. Se enfocaba en el presente y en las pequeñas cosas que la hacían feliz, como un hermoso amanecer o un delicioso postre recién horneado. Además, se aseguraba de pasar tiempo con sus seres queridos y de hacer cosas que la hicieran sonreír.
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EL AMOR QUE NUNCA FUE
RomanceEn el umbral de la memoria, donde el pasado y el presente se entrelazan, se encuentra la historia de un amor que dejó de ser recíproco. Un amor que nació con la intensidad de un huracán y se desvaneció como el eco de un susurro. Un amor que dejó hue...