02 | El chico de los vestidores

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Natasha

seis meses después.

—Mi diploma —dije con orgullo mientras sacaba el certificado de la carpeta en la que me lo habían entregado y se lo restregaba en la cara. —Y además, me contactaron para arbitrar en varios partidos; ya firmé el contrato y todo. —Levanté y bajé mis cejas intentando provocarlo, pero solo logré que soltara una risotada.

Él frunció el ceño —¿En qué partido va ha arbitrar?

Me encogí de hombros y me senté del otro lado del sofá —Jmm, No se.

—¿Cómo que no sabe? ¿No leyó el contrato? —Me miró con irritación, incrédulo ante mis palabras.

—¿Se especifica en el contrato? —Chasqueé la lengua, encogida de hombros, y traté de minimizarlo —Creo que es la próxima semana. No estoy segura.

Se levantó del sofá, irritado, y se fue a su habitación —Al menos me hubiera enviado una puta foto del documento para que yo lo leyera; siempre haciendo las cosas mal —Giré mi cabeza para verlo y, aprovechando que tenía la espalda volteada, le mostré el dedo medio levantado con las dos manos.

Me volví a girar, recuperando mi postura —¡Si jode! —musité para que no me oyera.

Viejo jodon, ojalá ya se muera y me deje toda su plata.

Hace unas horas me entregaron una bolsa de tela que contenía el uniforme de árbitro. Me levanté del sofa y fui hacia mi habitación en busca de mi maleta.

Me probé el uniforme delante del espejo y noté que me quedaba un poco grande, pero tenía varios días para arreglar eso. Puedo llevarlo a la costurera para que lo entube y no me quedara holgadiento.

Unos días después, mi teléfono móvil sonó en la mesita de noche, interrumpiendo el silencio de la habitación. Era David, el hombre que me había conseguido el contrato para arbitrar varios partidos de fútbol. Ayer había revisado atentamente los documentos, buscando alguna cláusula sospechosa o condiciones ocultas, pero no encontré nada fuera de lo normal. Según el contrato, iba a arbitrar en partidos de futbolistas amateur, jugando en parques públicos, y esa semana se llevarían a cabo tres encuentros. En ellos, los entrenadores de ligas menores de Colombia estarían presentes para observar a los jóvenes talentos y seleccionar a aquellos que mostraran mayor potencial para formar parte de sus respectivos equipos menores.

—Natasha, Hola —suspiró ruidosamente al otro lado del teléfono. —Tengo... tengo malas noticias. —Su voz tartamudeó, lo cual me hizo fruncir el ceño, confundida por su nerviosismo inusual. David siempre había sido una persona con mucho carácter y determinación, así que escucharlo así me resultaba extraño.

—Hola, David —respondí al otro lado de la línea.

—Natasha, sé que firmamos un contrato contigo para que fueras árbitro en partidos de jóvenes futbolistas que están comenzando en este mundo... —Asentí, aunque él no podía verme. —Lamentablemente, el contrato se canceló. Espera mi llamada —La línea se cortó, dejándome con innumerables preguntas y dudas en la cabeza.

¿Cómo que cancelaron el contrato? ¿Eso se puede hacer siquiera?

Bueno, hola de nuevo, vagancia. Soy yo, tu fiel compañía.

(aclaración; este cosito: ✧ significa que pasaron varias horas)

—¿Eso dijo? —Le pasé el plato mojado a mi papá, quien estaba de pie junto al fregadero, secando los otros platos con una toalla suave y absorbente entre sus manos ásperas y arrugadas. Asentí, mientras seguía concentrada en la conversación. —¿No dió explicaciones? —Negué con mi cabeza, tomando el últimoplato mientras él continuaba secando con cuidado. —Muy bien, averiguaré qué está pasando. ¿Está bien?

El árbitro || Richard Ríos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora