Única parte

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Un gemido bajo y lastimero resuena en el auto y lo envuelve el dulce aroma de omega. Las manos de Charles aprietan el volante.

—Charles —intentó decir Carlos de nuevo. No sabía cuántas veces había gemido el nombre del alfa, su cerebro ya estaba sumido en esa neblina tan familiar.

Charles, sin embargo, sabe dolorosamente que es la cuarta vez que lo dice; cada vez que el dulce omega gimotea su nombre con ese acento arrastrado es otro golpe a su determinación y autocontrol. Está apretando los dientes con suficiente fuerza como para romperlos y sus dedos están comenzando a entumecerse de donde están agarrados alrededor del volante.

—Ya casi estamos en casa, mon amour. No te rindas —dice entre dientes, con la vista fija en la carretera porque teme que si echa un vistazo a cómo el hombre mayor se retuerce en el asiento del pasajero y se sonroja, no llegarán a casa.

Otro gemido, otro salto de los tendones en la mandíbula de Charles. El olor se vuelve a sentir en el auto y sus fosas nasales se dilatan. 

Ninguno de los dos esperaba que el celo de Carlos se estrellara tan rápido; el omega se puso inquieto durante sus recados, comenzó a sudar y a aprovechar cada oportunidad para olfatear la glándula olfativa de su novio.

Pensaron que era hora de irse a casa cuando Carlos se interpuso entre Charles y la sección de lácteos de la tienda, rodeando el cuello del alfa con sus brazos y juntando sus caderas. 

Un hombre cercano los miró fijamente y percibió el dulce aroma a miel que emanaba de los poros del moreno. Charles gruñó una advertencia al extraño, Carlos gimió en su cuello y la lista de compras se olvidó.

Charles se acomoda en su asiento, su polla dolorosamente dura y presionando incómodamente contra el material de sus jeans negros. Las ventanas están comenzando a empañarse y Charles piensa vagamente que debería abrir una para ayudar a ventilar el auto, pero descubre que la idea de permitir que el olor de Carlos salga al mundo le hace querer gruñir de nuevo, algo primitivo que le araña profundamente el estómago y le pica la piel.

Dios lo ayude, de verdad. 

Se acercan a un semáforo y Charles se permite mirar de reojo a Carlos, pero rápidamente se da cuenta de que se trata de un error. El hombre siempre pulcro está ahora mismo sudoroso, con el pelo pegado a la frente, la chaqueta olvidada desde hace tiempo y la camisa de manga corta empieza a colgar peligrosamente de un hombro desnudo. 

Sin embargo, lo que hace que Charles casi parta el volante en dos es la forma en que Carlos tiene una mano en sus pantalones y mueve sus dedos de una manera que él conoce íntimamente. La cabeza del mayor está inclinada hacia atrás y su garganta se mueve con un trago seco, exponiendo esa piel bronceada en la que Charles no quiere nada más que hundir sus dientes.

El alfa lo observa por un momento, inmóvil, pero luego se escucha un leve ruido húmedo proveniente de los pantalones de Carlos mientras comienza a introducir un dedo en su interior y la idea de un dedo en el coño de su omega que no pertenece a Charles es francamente aborrecible, profundamente ofensiva, incluso. La mano de Charles se mueve antes que su cerebro piense en la acción y la extiende para agarrar la muñeca de Carlos.

Los ojos marrones se clavan en el rostro de Charles y, ¡joder!, sus pupilas ya están dilatadas. Hace girar las caderas entre sus propios dedos y se muerde el labio inferior. Charles ni siquiera está seguro si el otro está consciente de lo pecaminoso que se ve en este momento; una amalgama posesiva y hermosa, perfectamente dispuesta para hacer que Charles se deshaga.

—Por favor —gime Carlos y Charles maldice en voz baja.

Charles hace unos cuantos cálculos en su cabeza, cada uno más endeble que el anterior. "Está bien, ángel, sólo..." susurra Charles, mirando la luz que acaba de volverse verde en su visión periférica. Saca suavemente la mano de Carlos de sus pantalones y resiste el impulso de chupar la mancha brillante de sus dedos. Antes de poder pensarlo demasiado, Charles desliza su propia mano debajo de la cinturilla de los pantalones y pisa el acelerador con demasiada fuerza cuando Carlos gime tan pronto como los dedos de Charles pasan sobre sus pliegues.

Heat of the moment (Charlos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora