SEMILLA DE LA DUDA

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Mientras observaba la escena de horror en la penumbra, una sensación de inquietud me atravesó. Me giré lentamente, el corazón acelerado, y sentí una presencia ominosa detrás de mí. Antes de que pudiera reaccionar, una mano fría y firme se posó sobre mi boca, sofocando mi grito y mis pensamientos en un instante de terror paralizante.

El roce de la mano, helado como el acero, me hizo temblar. Sentí su peso, la fuerza invisible que me inmovilizaba, y la presión que se ejercía contra mis labios, impidiendo cualquier sonido. La oscuridad en la que me encontraba parecía intensificarse, envolviéndome en una sombra más profunda y amenazante. Mi respiración se volvió errática, cada inhalación un susurro ahogado mientras la presencia detrás de mí se acercaba aún más, el roce de sus dedos contra mi piel era tan intenso que sentía el latido de mi corazón resonar en la garganta.

Aquel que me sujetaba me arrastró rápidamente a otra habitación, cerrando la puerta tras nosotros con un golpe seco. Sentí la presión de su mano desaparecer de mis labios, y al girarme para ver quién era, mis ojos se encontraron con el rostro del sacerdote, sus facciones rígidas y su mirada encendida por la ira.

___ ¿Acaso estás loca? __ espetó el sacerdote, su voz temblando de furia contenida___. ¿No sabes que el sótano es un lugar prohibido?

Mantuve mi expresión inocente, aunque mi corazón latía con furia.

___Yo... yo no lo sabía... __ mentí con la mayor naturalidad posible, modulando mi voz para que sonara asustada.

El sacerdote resopló, sus ojos destellando con una mezcla de enojo y algo más oscuro.

___ Si el Abad o la Gran Madre te hubieran visto... tu castigo sería la muerte. Deberías estar agradecida de que te saqué de allí __ dijo con un tono severo, casi paternalista, como si realmente creyera que me había hecho un favor.

___ Gracias, sacerdote __ respondí con una voz que pretendía ser agradecida, pero que cargaba un tono de ironía que él, absorto en su propia autoridad, no detectó.

___ No importa...__ murmuró, su tono cambiando a una resignación afectada__ .Está bien.

Aprovechando su distracción, me acerqué a él con pasos calculados, envolviendo mis manos alrededor de su cuello, mis dedos trazando líneas sutiles sobre su piel. Mis ojos buscaron los suyos, y le ofrecí una mirada cargada de seducción, pero también de algo más: la promesa de una venganza silenciosa.

___ Sacerdote... __ mi voz era un susurro sedoso, cargado de una dulzura fingida__ . ¿Podría acompañarme más tarde fuera de la iglesia? Me gustaría visitar a mis padres __ mentí, sabiendo que sus deseos lo guiarían más que su razón.

Sus ojos se iluminaron con un brillo de deseo, y asintió rápidamente.

___ Por supuesto, será un honor para mí.

El sacerdote se inclinó hacia adelante, intentando sellar el pacto con un beso, pero me retiré justo antes de que pudiera hacerlo, dejando que el vacío entre nosotros creciera como una barrera invisible.

___ Entonces, ya me voy... __ dije, fingiendo inocencia, aunque mis ojos brillaban con la ira contenida de mi verdadero ser__ . No es bueno que estemos aquí solos... alguien podría entrar y malinterpretar esto.

Giré sobre mis talones y salí de la habitación, dejando al sacerdote en su confusión y deseo frustrado. Dentro de mí, el fuego de la venganza ardía más brillante que nunca, alimentado por la humillación y el asco que sentía hacia él y todo lo que representaba. Sabía que cada uno de ellos pagaría, y me aseguraría de que su castigo fuera tan lento y doloroso como mi ira lo exigía.

Afuera, la iglesia parecía sumida en un silencio profundo, como si el mismo edificio supiera que algo oscuro se estaba gestando entre sus paredes. Me dirigí hacia mi habitación, cada paso acompañado por susurros casi inaudibles de las paredes, sus voces invisibles deslizándose por mis oídos con palabras que apenas podía entender.

 Jonathan Y Nicole: El Origen De Una Maldición De Amor ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora